El Festival de Música de Cartagena se viste de clasicismo
En su libro El canto de las sirenas, una serie de ensayos sobre los compositores más importantes de la Historia, el filósofo español Eugenio Trías intenta encontrar una explicación a por qué Joseph Haydn, quizás el padre del clasicismo, fue tan desdeñado durante tanto tiempo. Muerto en 1809, cuando las tropas napoleónicas entraban en Viena, tras inventar la forma del cuarteto y la sinfonía y componer más de cien piezas del género, Haydn quedó sepultado para la música durante 150 años.
No es que se le despreciara, pero se le trataba como a un abuelo bonachón, que siempre relataba la misma historia. Con motivo de los 200 años del fallecimiento del músico, el comentarista Manuel Drezner se quejaba de que siempre se contara el mismo chiste: no compuso 104 sinfonías sino una sinfonía 104 veces. Enhorabuena, el musicólogo estadounidense Robbins Landon vino a poner a Haydn en el lugar al que tenía derecho: a la altura de Mozart y Beethoven.
Trías aventura su propia hipótesis: “Joseph Haydn pudo parecer, durante ciento cincuenta años, un músico indiscutible, un extraordinario maestro, una autoridad musical incuestionable en su dominio del material, o en su magistral modo de plasmar su gran invento, la forma sonata, en sinfonías, cuartetos de cámara, tríos con piano, oratorios o misas. Pero era un músico que no generaba comprometido y compartido interés, verdadero interés simpático o empático en musicólogos, melómanos, intérpretes, críticos y público en general: un fenómeno que todavía hoy puede advertirse, pese a los esfuerzos que desde hace medio siglo se están llevando a cabo para remediar esta injusta valoración”. En últimas, concluye Trías, Haydn quedó en manos de los historiadores de la música, que le reconocieron su sitio como fundador de las formas y las estructuras que en adelante serían ‘la música’, pero no su duende.
Quizás porque los románticos se encargaron de endilgarle su carencia de emociones a pesar de su originalidad, y porque le tocó codearse con dos monstruos que hicieron del clasicismo la consagración de la música: Mozart y Beethoven.
Forma y genio
Entre los tres (Haydn, Mozart y Beethoven) hicieron del clasicismo la época más deslumbrante de la música, tanto que en adelante a la música académica europea se le empezó a llamar simplemente “música clásica”, así su desarrollo se remontara hasta el siglo XI. “Viéndolo desde el presente –opina el crítico Emilio Sanmiguel–, el clasicismo es la época más sobresaliente de la Historia musical, porque brinda la mayor cantidad de repertorio para las salas de concierto, donde generalmente se programan obras que van desde 1700 a 1900. De ahí para atrás, son obras raras. Las posteriores a 1900 son inhabituales”.
El clasicismo, que ocurrió más o menos entre 1750 y 1820, se caracterizó por la invención de la forma sonata, desplegada en nuevas expresiones como la sinfonía y el cuarteto. También por la recomposición de la orquesta, que quedó organizada más o menos como la conocemos hoy. Y, sobre todo, por el genio de Mozart y Beethoven, dos compositores que llevaron todas estas invenciones a cotas que nadie volvió a alcanzar.
De Mozart escribió Antonio Caballero en una divertida columna recopilada en el libro Paisaje con figuras: “Se ha dicho de la música de Mozart que es sobrenatural: angélica, recibida del cielo como un don de luz, o diabólica, comprada por un pacto fáustico con el diablo. Pero lo que es en realidad es lo contrario: natural. Por eso les gusta a todos, nos gusta a todos”. Entre las muy precisas instrucciones del clasicismo, Mozart popularizó el gusto por la música clásica, quizás como ningún otro compositor. Si la música académica era un exclusivo deleite de la nobleza, después de Mozart ese disfrute se esparció por todas las condiciones sociales, culturales y hasta musicales. Al que sabe, como al que no, Mozart siempre tiene algo que decirle. O, como dice Caballero, un cuenco vacío de notas para que cada cual las llene de significados.
El caso opuesto es Beethoven, sobre quien Trías escribió: “Si algún compositor puede decir, al modo del Rey Sol, ‘la música soy yo’, ese es Ludwig van Beethoven”. El genial compositor atravesó el clasicismo como una tromba y a mitad de camino fue construyendo una nueva era, el tránsito musical que iba a ser el germen del Romanticismo. “Las primeras obras de Beethoven fueron evidentemente clásicas, pero fue ante todo un romántico”, dice Emilio Sanmiguel.
El autor clásico, sometido a unas normas musicales muy precisas, era un empleado de la corte. De hecho, Haydn trabajó durante cuarenta años para su mecenas, una tarea que le permitió ser muy prolífico pero no muy feliz. El romántico, en cambio, se independizó de los mecenazgos y, de alguna manera, involucró sus propias emociones en sus obras. Beethoven, dice Emilio Sanmiguel, supo ser clásico por encargo y romántico por voluntad.
El Cartagena Festival Internacional de Música, cuya duodécima edición se llevará a cabo entre el 5 y el 13 de enero, dará la oportunidad de alimentar la discusión sobre la verdadera ubicación de Beethoven. Pero, sobre todo, permitirá escuchar a Haydn entre dos paradigmas de la música clásica a los que no fue inferior. La tríada más famosa de la Historia de la música, a disposición de algunos de los mejores músicos del mundo que, edición tras edición, se reúnen en Cartagena para recibir el año.
El Festival abrirá el 5 de enero en el teatro Adolfo Mejía, con la Sinfonía concertante de Joseph Haydn; la sinfonía número 40 de Mozart y el Concierto No. 3 de Beethoven, interpretada por la Münchener Kammerorchester, dirigida por Clemens Schuldt, que oficiará de orquesta residente. Cerrará el 13 de enero con la Pequeña Suite del compositor colombiano Adolfo Mejía; el Concierto para violonchelo y orquesta No. 1, de Haydn, y la Sinfonía No. 7 de Beethoven, interpretados por la Orquesta Sinfónica Juvenil, bajo la dirección de Andrew Gourlay.
Póngase a tono
Si no va a estar en Cartagena, puede entrar en ambiente clásico escuchando las siguientes piezas, que serán interpretadas durante el Festival:
JOSEPH HAYDN
Sinfonía No. 103 en mi bemol mayor
Sinfonía No. 43 en mi bemol mayor, conocida como Mercurio
Concierto No. 2 para violonchelo y orquesta (que interpretará el colombiano Santiago Cañón, bajo la dirección de Clemens Schuldt)
Te Deum No. 2 en do mayor
WOLFGANG AMADEUS MOZART
Concierto No. 9 en mi bemol mayor para piano y orquesta
Sinfonía No. 36 en do mayor Concierto para piano y orquesta No. 20 en re menor
Misa en do mayor
Misa de Réquiem en re menor (que dejó inconclusa)
Una de las siguientes óperas (o las tres): Las bodas de Figaro, Don Giovanni, Cosi fan tutte
LUDWIG VAN BEETHOVEN
Sinfonía No. 8 en fa mayor
Concierto No. 5 ‘Emperador’
Sinfonía No. 7 en la mayor
*Publicado en la edición impresa de diciembre de 2017.