27 de diciembre del 2024
Archivo Particular | Foto: Nina Subin
22 de Diciembre de 2017
Por:
Redacción Credencial

Las biografías sobre el argentino César Aira hablan de que ha escrito más de sesenta obras. Sin embargo, él no tiene claro el número exacto de novelas cortas que han visto la luz y lo han convertido en uno de los escritores más prolíficos de su país. 

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“Casi todos los personajes de mis relatos soy yo”: César Aira

Además de escritor, también es traductor. ¿Qué tanto ha influido en su obra traducir autores como Antoine de Saint-Exupéry?

 

La traducción fue un trabajo puramente alimentario. No lo hice por vocación, y lo abandoné no bien dejé de necesitarlo. Pero mientras lo realicé, lo hice a conciencia, y es una buena escuela de redacción y de construcción del relato. Son cosas que se aprenden también leyendo, pero la traducción es una lectura con microscopio.

 

¿Por qué eligió el camino de la narrativa breve para sus novelas?

 

No fue una elección. Se fue dando naturalmente. A la clase de historias que se me ocurren, que siempre juegan con alguna paradoja de la lógica y una tensión con la realidad, les conviene ese formato breve. Las grandes extensiones le van mejor al realismo convencional.

 

Ha publicado novelas desde 1975, sin contar los ensayos, ¿cuántas obras ha escrito?

 

No llevo la cuenta. Son muchos títulos, pero pocas páginas. He publicado varios folletos o plaquetas, de hasta diez o doce páginas, que en las bibliografías aparecen como ‘libros’. Mi obra completa podría caber en dos o tres de esas gruesas novelas de Stephen King o de Joyce Carol Oates.

 

¿Cambió en algo su carrera que El País eligiera su novela Cómo me hice monja como uno de los 10 libros de ficción del año en 1993?

 

Creo en esas cosas tan poco como en el horóscopo. Habría que ver cuáles eran los otros nueve libros para saber si había un gusto y un discernimiento detrás del juicio.

 

Las novelas Ema, la cautiva y Un episodio en la vida del pintor viajero, por nombrar solo dos, se remontan a hechos históricos. Sin embargo, otras como Las curas milagrosas del doctor Aira son atemporales. ¿Se siente más cómodo sobre el calendario real o sobre uno inexistente?

 

El tiempo es un instrumento más en manos del narrador, y el arte de la narración es, en buena medida, el arte de crear sugerentes distorsiones temporales.

 

A pesar de las diferencias, sus personajes suelen guardar una gran dosis de fortaleza, aunque son lo suficientemente humanos como para dudar de esta. ¿Se obliga a encontrar el balance en el proceso creativo de los protagonistas de sus historias?

 

Pienso poco en la psicología de los personajes. Lo que me importa es la historia, y es el curso de la historia el que va dando forma y carácter a estos, sin mi intervención. Por lo demás, casi todos los personajes de mis relatos soy yo, bajo los distintos formatos en los que juego a imaginarme.

 

¿Qué tanto de su personalidad y de sus vivencias ha plasmado en sus obras y personajes?

 

Siempre hay un contenido autobiográfico, siempre oculto detrás de invenciones tanto más alocadas cuanto más personal es lo que estoy contando. Mi surrealismo viene de ahí, de la necesidad de esconder mi intimidad. Suelo dejar algunas pistas, pero para seguirlas se precisaría un lector muy atento, y he notado que los lectores realmente atentos son rarísimos, uno en un millón (y no tengo ni tendré nunca un millón de lectores, así que mis secretos están a salvo).

 

 

*Publicado en la edición impresa de abril de 2016.