U2, buenos muchachos
Todos los artistas, sean conscientes de ello o no, tienen una pose. La de Bono (ya el sobrenombre es una pose: en realidad se llama Paul David Hewson) es sentir que está salvando el mundo. O mejor, sentir que es el único que le pone atención a la salvación del mundo. Hubo un tiempo en que parecía posible, cuando U2, la banda de la cual es líder vocal, no quería cambiar el planeta sino ser la voz de su pueblo, la martirizada Dublín de los años ochenta, sumida entre el miedo por la ira cruel del IRA y la consecuente represión oficial. “Fueron, junto con voces como la de Sinead O’Connor, la voz para los que estaban silenciados por el terrorismo y el miedo ─opina Jaime Andrés Monsalve, jefe musical de la Radio Nacional de Colombia─. Las letras de la banda tendían a eso. Resuelta la situación política, se desdibujó. Son una banda promedio, con músicos buenos, pero que no son los más grandes, como suelen decir. Es una combinación importante de camaraderías en pos de una propuesta sobrevalorada por las audiencias”.
Ya quisieran las cientos de efímeras bandas que buscan año tras año ‘pegar’ aunque sea un tema por tres semanas, ser así de sobrevaloradas; ser despreciadas por los críticos musicales, pero adoradas por las audiencias. Porque U2, independientemente de la calidad técnica que le reclamen, lleva cuarenta años llenando estadios con propuestas para todos los gustos. Desde su compromiso político independiente, se ha paseado por el rock, el disco, el pop, la electrónica y la balada con una solvencia que (quizás por exitosa) ha encolerizado a los historiadores del rock. “Es tal vez el grupo que más trascendió de la época punk/postpunk/newwave, cuyos exponentes más llamativos (Sex Pistols, The Clash y The Police) duraron pocos años. A raíz de su éxito en Estados Unidos (que comenzó a forjarse en 1984 y se consolidó en 1987 con The Joshua Tree) se convirtió en una banda de dimensiones cuasi ‘rollingstonianas’, con giras gigantescas y un gran despliegue cada vez que lanzan álbumes o canciones. Desde el punto de vista musical, considero fundamental el aporte del guitarrista The Edge, quien moldeó por completo el sonido del rock a partir de los años ochenta. El uso de ecos, delays y otros efectos, así como su manera de tocar guitarra, fueron de una influencia enorme”. Es lo que opina Eduardo Arias, otro meticuloso comentarista musical.
El álbum The Joshua Tree del que habla Arias es el que viene a conmemorar en Bogotá la banda irlandesa, en una gira para celebrar los 30 años de un disco que vendió más de 21 millones de copias y resume el alma de la banda. La gira se estrenó en Vancouver, Canadá, en mayo pasado, y se caracteriza por la intención de interpretar las canciones en el orden en que aparecen en el disco.
Puede que las nuevas generaciones no se apasionen con su música. Al fin y al cabo, cuarenta años son cuarenta años. Puede también que muchos de quienes los escucharon de adolescentes le hayan perdido la pista una vez se metieron de lleno en la adultez. Pero como añoranza, The Joshua Tree promete ser tremendo concierto. Gustavo Arenas, mejor conocido como el Doctor Rock, y quien es casi de la generación de los Rolling Stones, se emparenta con la banda irlandesa de la siguiente manera: “En los primeros años de MTV me ‘pillé’ a los U2. Pensé que ellos se convertirían en una fuerza dominante de la música rock. Ahora, después de algunos lustros, llegué a la conclusión que tanto ellos (la banda) y yo no hemos encontrado lo que estamos buscando”. De pronto el concierto en Bogotá de esta ya legendaria banda le dé algunas respuestas. De pronto que U2 tiene sonido suficiente como para permanecer en la historia, y que no tiene nada de malo en Bono, la voz líder, que quiera cambiar el mundo con sus exhibiciones. A fin de cuentas, no le vendría nada mal que la gente se ocupara, así sea con sus propias poses, del hambre, que no por ser un lugar común de las consignas sociales desaparece.
*Publicado en la edición impresa de septiembre de 2017.