ALFONSO LOPEZ PUMAREJO
En vísperas del próximo milenio, puede afirmarse que Alfonso López Pumarejo fue el estadista más importante del siglo XX en Colombia. Fue el único presidente elegido dos veces por el sufragio popular en esta centuria y, por esta razón, quien gobernó por más tiempo. Su importancia y liderazgo se derivan de las inmensas transformaciones políticas y sociales que comandó como gobernante, de la influencia que ejerció como jefe del partido liberal, de haber prohijado el surgimiento de una generación política que tuvo participación decisiva en la vida nacional durante medio siglo, de sus actuaciones en el campo internacional y, en suma, de su legado ideológico dirigido a una política progresista de contenido social. La tragedia de este siglo --que ha sido llamado el de los totalitarismos-- fue la de proponer un dilema entre libertad y justicia social. El legado de López Pumarejo es la opción liberal con contenido social: es posible transformar la sociedad y al mismo tiempo mantener la estructura democrática. La democracia política y la social no sólo son compatibles, sino que están íntimamente relacionadas; no puede haber democracia sin participación popular y sin bienestar para la población, y éste no puede existir sin libertad política.
López, quien nació en 1886 y murió en 1959, perteneció a la llamada generación del Centenario, la cual quedó marcada por los estragos de la guerra de los Mil Días y por la separación de Panamá. Por esta razón, al igual que sus contemporáneos, adoptó las vías civiles en la política y en la necesidad de convivencia pero, a diferencia de muchos de ellos, no militó en el Republicanismo. En 1930, en las postrimerías de la hegemonía conservadora, ante el escepticismo de muchos, convocó al liberalismo para que después de medio siglo se aprestase a tomar el poder, y sus dos gobiernos --1934-1938 y 1942-1945-- lo fueron a nombre del partido liberal. López concebía que en juego democrático los partidos asumían el papel de gobierno o de oposición. Sin embargo, durante el período de la violencia, en la Convención Liberal de Medellín, propuso el avenimiento entre los partidos para terminar con la confrontación y dar al traste con la dictadura, fórmula de la cual se derivó el Frente Nacional.
Colombia era una sociedad pastoril no exenta de violencia, pobre, aislada internacionalmente, atrasada en lo cultural y con unas élites que miraban hacia el pasado. De allí la profunda sacudida que produjo la "Revolución en Marcha". Los gobiernos de López Pumarejo representaron un importante avance para el país. En el primero, en 1936, se aprobó una Reforma Constitucional, de corte intervencionista y contenido social, que permitió un gran avance en la legislación y en la práctica política. En ese contexto, se escucharon los reclamos del campesinado y se expidió la ley 200 de 1936, que tenía en cuenta la función social de la propiedad. Se adelantó una vigorosa política educativa centrada en la educación pública, y a la Universidad Nacional se la dotó de un campus moderno. Se reconocieron los derechos civiles y sociales de la población y se avanzó en el viejo anhelo liberal de garantías y de respeto para los diferentes credos. En un país en el que apenas comenzaba a desarrollarse la industria, se adelantaron políticas para proteger el capital nacional y para reconocer al sector obrero como una fuerza constitutiva de la sociedad. De allí, la política sindical y el régimen de seguridad social que se concretó en su segundo gobierno.
La huella de López es perdurable en cuanto a las directrices de nuestra política exterior. Su posición durante la Conferencia Panamericana de Montevideo, en 1933, sigue siendo válida sobre el problema de la deuda externa. Sus directrices para la delegación colombiana en la Conferencia de Buenos Aires de 1936 son un antecedente de la OEA. En muchos aspectos su política se inspiró en el New Deal, de Franklin D. Roosevelt, con quien cultivó amistad y vino a ser un socio privilegiado de la política del Buen Vecino preconizada por Roosevelt. En 1945 dio las instrucciones que sirvieron de base a la brillante participación de su ministro, Alberto Lleras, en la Conferencia de Chapultepec y en la de San Francisco, en la que se constituyó la ONU. En esa Organización, como delegado y como presidente del Consejo de Seguridad, intervino en los debates referentes a los grandes problemas de la política mundial: la cuestión palestina y la creación del Estado de Israel, la guerra en Grecia, los conflictos de Pakistán y de Suráfrica. Y, como culminación de su vida pública, presidió el Comité de los 21 que, en su evolución, vino a convertirse en la política de la Alianza para el Progreso, proclamada por el presidente Kennedy.