22 de diciembre del 2024
 
Agosto 7 de 1930. Desfile de posesión de Olaya Herrera. De izquierda a derecha: Jaime Jaramillo Arango, María Michelsen de López, Alfonso López Pumarejo, María Teresa Londoño de Mejía, Esteban Jaramillo y Eduardo Santos.
Septiembre de 2016
Por :
Apolinar Díaz Callejas

LAS RELACIONES DE COLOMBIA CON ESTADOS UNIDOS EN LA REPÚBLICA LIBERAL

La República Liberal (1930-1946) es una de las etapas más dinámicas de la historia política de Colombia, en que incidieron en la vida nacional las repercusiones de la Primera Guerra Mundial, la expansión de Estados Unidos, los movimientos sindicales y socialistas bajo la atmósfera de la revolución bolchevique en Rusia, y la crisis mundial de 1929-1934 que afectó la economía de todos los países, incluida Colombia.

Enrique Olaya Herrera (1930-1934)

Tuvo una posición enérgica e independiente frente a Estados Unidos, hasta cuando asumió el cargo de Embajador de Colombia en Washington. En 1919 el gobierno de Estados Unidos entregó un memorándum en que proponía al de Colombia renunciar a legislar sobre la propiedad y explotación de los recursos petrolíferos. La prensa liberal lo rechazó. Enrique Olaya Herrera escribió:

“Aproximándose a grandes pasos el protectorado americano sobre Colombia, los hombres que hoy tienen en sus manos la suerte del país, lo pactarán, tendrán su usufructo y serían los responsables únicos y exclusivos de que Colombia, como estado soberano e independiente, haya existido por sólo un siglo. Y todavía sobran en este país agonizante, almas de esclavos que se estremecen de terror porque la prensa no se resigna como ellos a doblar mansamente la cabeza para que no se incomode el yugo”.

Pero en ejercicio del cargo de Embajador en Washington, Olaya Herrera cambió su punto de vista sobre las relaciones con Estados Unidos. Con motivo de la Sexta Conferencia Panamericana reunida en La Habana en 1928, presidida por el presidente Coolidge de Estados Unidos y el dictador cubano, general Gerardo Machado, Olaya Herrera encabezó la delegación colombiana.

En varios editoriales de El Tiempo Eduardo Santos se opuso a que Olaya Herrera presidiera esa delegación, porque “si él adopta allí la política de latino-americanismo de la cual debe ser Colombia el porta-estandarte, quedará en mala posición ante la secretaría de Estado. Y si se limita a continuar la débil política que se ha seguido en las anteriores conferencias, en las cuales la voluntad saxo-americana se ha impuesto, defraudará las esperanzas que el continente ha concebido”. Comentando el discurso inaugural de Coolidge, el 17 de enero de 1928, indicaba Eduardo Santos que el presidente norteamericano había hecho una presentación falsa de “un bello espectáculo de justicia, de nobleza y de equidad, el panorama de las relaciones entre las Américas (...)”, que afirmaba que en América “la soberanía de las pequeñas naciones es siempre respetada”, olvidando las invasiones de Santo Domingo, Haití, Panamá y la propia Cuba, y con “Nicaragua sangrante y humeante, hollada en su suelo por los marinos”. Agregó Santos que Charles Evans Hughes, en su discurso “no hizo sino definir de una manera rotunda el derecho de intervención”, conforme a la tesis de que en América Latina debe haber “independencia y libertad hasta el momento en que a los Estados Unidos le parezca que esa libertad y esa independencia son compatibles con sus intereses”. Añadió en el editorial citado: “es supremamente doloroso que la primera voz que se haya elevado para aplaudir y sustentar esa tesis sea la del presidente de la delegación de Colombia [Olaya Herrera] en la conferencia de La Habana”. Estas diferencias con Olaya, en cuanto a las relaciones con Estados Unidos, no impidieron que Santos le diera su apoyo como candidato liberal a la presidencia de la República en 1930.

A la izquierda: Paseo Colón de Barranquilla, modernizado y ampliado por las administraciones liberales. A la derecha: Edificio de la Escuela de Medicina de la Universidad Nacional, inaugurado en la primera administración López.

 

Los cambios en la posición política de Olaya Herrera frente a Estados Unidos explican que como Presidente “postergó su decisión final en cuanto al nombramiento de un ministro de Industrias hasta tanto no tuviera confirmación, por intermedio de la delegación de los Estados Unidos, de que su escogencia era aceptable a los intereses de la United Fruit Company”, cuando acababa de ocurrir la masacre de las bananeras en la huelga de los trabajadores de esa empresa en 1928. Dice Bushnell: “La presidencia de Olaya, de 1930 a 1934, produjo la relación política más estrecha que jamás había existido entre los dos países (...) obtuvo una nueva legislación petrolera específicamente diseñada para satisfacer las demandas de las compañías norteamericanas (...) la legislación patrocinada por Olaya, aunque aprobada artículo por artículo por un experto petrolero norteamericano antes de ser presentada al Congreso colombiano”.

En la expedición de la Ley 37 de 1931 sobre petróleo hubo graves hechos por las mayores concesiones otorgadas a los intereses norteamericanos bajo el gobierno de Olaya Herrera.

Alfonso López Pumarejo (1934-1938)

Fue el primer líder nacional del Partido Liberal llegado de los nuevos sectores empresariales, formado intelectualmente en Inglaterra y en Estados Unidos, que impulsó no sólo la modernización del país sino la renovación y actualización ideológica del Partido Liberal. Asumió y analizó los nuevos hechos de la política mundial: el auge del socialismo, de los movimientos revolucionarios, de las acciones sindicales y de la lucha campesina por la tierra. El mensaje político de su campaña electoral fue bajo el lema de “La revolución en marcha”, que fue un extraordinario empeño de modernización de la política, la economía y los problemas sociales en Colombia.

En contraste con la actitud de Olaya Herrera de pedir candidato para Ministro de Industrias que agradara a la United Fruit Company, el gobierno de López, siendo ministro de industrias Antonio Rocha y de agricultura Nicolás Llinás Vega, presentó un proyecto de ley, el 25 de agosto de 1937, para “proteger a los colombianos vinculados a la industria del banano en el departamento del Magdalena”. Aparecieron entonces los defensores abiertos y encubiertos de la Magdalena Fruit Company, que era la agencia en ese departamento de la United Fruit Company. Defendió al gobierno el ministro Rocha, uno de los más notables juristas que ha tenido Colombia. Se refirió a una carta de Rafael Uribe Uribe de 1912 en que señalaba a la United Fruit Company “como un grave peligro para la soberanía nacional”. Denunció que la compañía había gastado en dos años 195.000 pesos “que habían sido entregados a abogados y políticos colombianos en pago de sus buenos servicios”. El debate y las investigaciones del gobierno continuaron el 16 de noviembre de 1937, fecha en la que el director de la Policía Nacional ordenó la detención de Bennet, gerente de la Magdalena Fruit Company, quien se fugó a Panamá por el puerto de Turbo.

A la izquierda: 1933. Fachada del Edificio Nacional de Cali en la Plaza de Caicedo. A la derecha: 1938. Edificio para el Instituto Nacional de Radium, una de las obras fundamentales de la República Liberal.

 

En la Conferencia Panamericana de Montevideo de diciembre de 1933, López Pumarejo como jefe de la delegación colombiana, hizo uno de los discursos de mayor repercusión en las deliberaciones, que generó aplausos continuos y una extraordinaria ovación final, pues sostuvo la tesis de la necesidad de que una proposición del secretario de Estado norteamericano Cordell Hull sobre aranceles se discutiera públicamente en la comisión en pleno, y no en subcomités. Denunció que la Conferencia se estaba desconectando de la opinión pública americana e indicó que en la Conferencia de Londres el secreto de las deliberaciones condujo a su fracaso. Subrayó que en la proposición del delegado Hull hay cambios sustanciales sobre política aduanera. Planteó una duda de fondo: “si realmente son semejantes o siquiera análogas, las conveniencias de los países industriales y las de nuestros países; las de los países acreedores y las de los países deudores; las de los países que han logrado acumular grandes reservas de capital y de crédito (...) y las de los nuestros, que todavía tienen una economía rudimentaria (...) Deseo, señor Presidente, que discutamos en público, y que hablemos en público aunque no podamos ponernos de acuerdo”.

López Pumarejo tuvo también una admirable intervención en la Asamblea General de las Naciones Unidas, cuando se abstuvo de votar favorablemente la resolución de 29 de noviembre de 1947 que creó el Estado de Israel, pese a la presión que en tal sentido ejercían Estados Unidos y la Unión Soviética. Dijo que “lo que se necesita y espera de nosotros es una solución buena y no una solución apresurada”. Reiteró la necesidad de insistir en la búsqueda de una solución definitiva al diferendo para evitar la prolongación indefinida de la guerra, que fue lo que ocurrió y ocurre hoy con masacres y asesinatos de parte y parte que escandalizan a la humanidad y en que Estados Unidos se ha convertido, de hecho, en parte del conflicto al lado de Israel.

En 1941 explicó el ex presidente López que Estados Unidos modifica su política en América permanentemente “por un lógico proceso de adaptación a las nuevas condiciones internacionales”. Señaló que “no podría decirse que entre tanto los colombianos hayan cambiado visiblemente su modo o sus dos modos generales de apreciar el problema de sus relaciones con Norte América: con temor y desconfianza, o con anticipada resignación ante cualquier desarrollo adverso”.

Manuscrito autógrafo de la célebre exclamación con que Alfonso López cerró la campaña presidencial de 1942.

 

Eduardo Santos (1938-1942)

Santos era admirador de la cultura francesa y europea en general. Sin embargo, cuando llegó a la presidencia de la República en 1938, al frente de la política norteamericana estaba Franklin Delano Roosevelt, tal vez el presidente estadounidense que más confianza y amistad generó en la América Latina, pese a que hubo intervenciones imperialistas en Centroamérica y El Caribe, no con invasiones militares sino dando apoyo político a la instalación de dictaduras como las de Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana; Jorge Ubico en Guatemala y los Somoza en Nicaragua. Eduardo Santos era un antifascista completo, dio su apoyo a la República española e incluso abrió las puertas a muchos españoles republicanos y a personalidades científicas cuando el poder del fascismo logró la victoria de Franco. Esto abrió camino a una notable amistad personal de Santos con el presidente Roosevelt y a un acercamiento con Estados Unidos en materia militar.

Partido Conservador, con Laureano Gómez a la cabeza a través de El Siglo, se colocó del lado del falangismo de Franco, al punto que Guillermo Camacho Montoya, activista de ese sector conservador, reclamaba la asesoría militar de la Alemania nazi y de la Italia fascista.
Iniciado el gobierno de Eduardo Santos, Hitler invadió Polonia, lo cual desató en septiembre de 1939 la Segunda Guerra Mundial, que colocó frente a frente al nazismo de Hitler, al fascismo italiano y al imperialismo japonés contra las democracias occidentales como Inglaterra y Francia, y después a la Unión Soviética y a Estados Unidos. El presidente Santos no ocultó su simpatía total por la causa de las democracias contra el nazismo y el fascismo.

A la izquierda: Alfonso López Pumarejo. A la derecha: Eduardo Santos.

 

La Guerra causó una baja en el consumo del café, que llevó al “Convenio Interamericano del Café- o Pacto de Cuotas” celebrado en Washington el 28 de noviembre de 1940, con el fin de “promover la venta ordenada del grano mediante cuotas de exportación acordadas para cada país productor que suscribiera el Pacto”. El manejo de esa política cafetera estuvo a cargo, principalmente, de Carlos Lleras Restrepo, Ministro de Hacienda de Santos, y por el presidente de la Federación de Cafeteros, Manuel Mejía Jaramillo.

El 18 de diciembre de 1941—tras el ataque japonés a Pearl Harbor-- Eduardo Santos dijo: “Estamos ante una guerra en que se comprometen los hombres todos, porque están en juego cuestiones vitales de orden material y económico, de orden moral y espiritual”, agregando que “sin odio para nadie, sin animo rencoroso y vengativo para pueblo alguno, acompañamos francamente y lealmente a los Estados Unidos de Norte América y a sus aliados en esta lucha gigantesca”, y notificó el “rompimiento de relaciones diplomáticas y consulares con los Gobiernos del Eje”.

Alfonso López Pumarejo (1942-1945)

Darío Echandía (Encargado)

Como Presidente reelegido para el período 1942-1945, Alfonso López Pumarejo encontró en plena marcha la Segunda Guerra Mundial pero ya con la participación de Estados Unidos que había decretado la guerra al Japón por el ataque contra Pearl Harbor. 
Respecto de la incorporación de Colombia a la guerra contra el Eje fascista, al lado de las naciones aliadas y Estados Unidos, López Pumarejo explicó su política internacional en mensaje al Congreso de la República, así:

“(...) Nuestra vinculación espiritual, moral y política a las Naciones Aliadas, en guerra con Alemania y Japón, no tiene matices ni reservas. No hemos podido hacer la guerra físicamente, ni tal era el propósito del Senado y el Gobierno cuando se aprobó la declaración de beligerancia. Pero no estamos en ninguna otra de las situaciones jurídicas intermedias entre la paz y la guerra. Nos comprometimos irrevocablemente a compartir la suerte de las democracias en lucha contra las dictaduras totalitarias, y si la suerte fuera adversa para el grupo de las Naciones Aliadas, tendríamos que soportar las contingencias de un pueblo vencido por un enemigo implacable. Pero nuestra posición no fue tomada insensatamente, sino dentro de la lógica más imperativa”.

Pero López Pumarejo mantuvo una visión muy clara sobre el contenido de las relaciones con Estados Unidos cuando dijo:

“Yo no creo que debiera producirnos alarma el reconocimiento de que la política de los Estados Unidos tiene en mira el beneficio de los Estados Unidos, y no para hoy, ni para mañana, sino para siglos enteros. Ello es lícito y no choca con nuestros intereses, sino en cuanto Colombia deje de pensar que sus actos deben ser medidos por su propia conveniencia, la de hoy, la de mañana, la de siglos enteros”.

Echandía asumió transitoriamente el poder por enfermedad de doña María Michelsen de López. El Presidente tuvo que pedir licencia para viajar a Estados Unidos al tratamiento de su esposa. Por ello Darío Echandía, primer designado, asumió la presidencia de la República entre el 17 de noviembre de 1943 y el 16 de mayo de 1944, un período en el cual su misión fue mantener la prevalencia del Estado de derecho en el país, sin espacio para reformas sociales y políticas. Sin embargo, la exaltación de Darío Echandía, aun cuando fuera por breve tiempo, significó un reconocimiento a sus virtudes, su inteligencia, sus conocimientos, honestidad y energía. En uno de sus notables discursos políticos expresó:

“El grado de cultura y el grado de riqueza de un pueblo son lo que determinan el grado en que ese pueblo participa efectivamente en el ejercicio del poder (...) es necesario además, ponerlos en aptitud de deliberar, lo cual supone que están en capacidad de conocer las varias soluciones y de escoger entre ellas, es decir, supone que los ciudadanos deliberantes tengan cierto grado de cultura”.

Alberto Lleras (1945-1946)

El ejercicio de la presidencia de la República durante un año no dio espacio a Alberto Lleras para extender o crear nuevas reglas o instituciones en materia política y social, fuera de los sucesos de la huelga de los trabajadores de las empresas de navegación a lo largo del río Magdalena, en que hubo un hondo choque entre el gobierno y los sindicatos. En cuanto a las relaciones con Estados Unidos, la política internacional de Alberto Lleras fue desde entonces muy cercana a los intereses y objetivos políticos norteamericanos, que se expresaron en el Acta de Chapultepec. Toda su posterior acción internacional como presidente de Colombia por segunda vez, por elección popular, y como director de la Organización de Estados Americanos, se desarrolló dentro del esquema de la política exterior de Estados Unidos.