¿Mendigo o artista de semáforo?
Para Alberto Rubio cada minuto cuenta. Él personifica el adagio popular “el tiempo es oro”. Representa a un cacique de El Dorado, y por su personificación recibe dinero cuando el semáforo de la calle 85 con autopista, en el norte de Bogotá, cambia de color.
Hasta hace tres años “El hombre dorado” –como lo conocen en la zona–, fue banquetero. Dice que trabajó al lado del chef Segundo Cabezas, que atendió a varios expresidentes en diferentes eventos y que hizo parte del equipo del Club El Nogal. Por suerte, el 7 de febrero de 2003 (día en que estalló la bomba) estaba de descanso.
Cuenta su historia con agrado. Pero pide una colaboración para contrarrestar el tiempo que permanecerá lejos de los carros. Debe cumplir su meta: entre 30.000 y 35.000 pesos diarios para completar entre 700.000 y 900.000 al mes. A sus 58 años, vive al diario. Debe pagar su “apartamento”, en un inquilinato en el Centro; el lavado de su ropa, su comida, los servicios y guardar un poco por si se presenta alguna calamidad.
¿Desempleado?
¿Es Alberto un mendigo camuflado? Y si no, entonces ¿qué es? El viceministro de Empleo y Pensiones, Luis Ernesto Gómez, explica: “cuando se hace la encuesta del Dane en la que se pregunta ‘¿qué actividades desarrolló durante las últimas semanas?’, si la persona responde que tiene una actividad que le representa un ingreso, para nosotros está ocupado y para el Dane, está ocupado”.
Aunque aclara que no es empleo. “Estas son mediciones y estándares internacionales. Entonces, cuando hablamos del desempleo, realmente estamos hablando de desocupación”.
De esta manera, el que Alberto esté o no en las estadísticas de ocupación depende de su respuesta. “Los artistas callejeros están incluidos dentro de los ocupados si ellos mismos informan, a la hora de aplicarse la encuesta, que están ocupados”.
En la ocupación, agrega el funcionario, hay personas que tienen condiciones laborales dignas (contrato, estabilidad y seguridad social). “Si una persona no tiene cobertura en protección y seguridad social, para nosotros, en las estadísticas, hace parte de la población informal”. En el país, concluye, uno de cada dos trabajadores vive en esta condición.
Entre los colombianos ocupados hay dependientes e independientes. A los primeros, sus patrones les pagan un sueldo y una parte de la seguridad social. Mientras que quienes trabajan por su cuenta deben asumir la totalidad de sus aportes.
Del total de personas ocupadas, en el 2015, en el país había 1’139.000 trabajadores callejeros, denominados técnicamente por el Dane como “ocupados en sitio descubierto en la calle”. De ellos, tres de cada cuatro reportan ingresos inferiores al salario mínimo.
Una labor artística
Alberto llegó al oficio por un consejo. Después de repartir infructuosamente hojas de vida, un amigo, que personifica a un llanero, le dijo que para empezar debía inventarse un personaje.
“Pensé que en Bogotá, entre los artistas, no había indios”. Una falda de su mujer se convirtió en taparrabos. Unas plumas de pavo real, en penacho. Un poco de crin de caballo, que consiguió en una caballeriza de La Calera, en peluca. Para finalizar, polvo dorado, que mezcla con aceite mineral o de cocina para conseguir el brillo en su rostro y cuerpo.
No fue fácil, dice, pero venció el miedo y la vergüenza. Tras su debut, tenía 250.000 pesos. “Pensé que me iba a volver millonario, pero después bajó”. Para aliviar la fluctuación de ingresos, atiende eventos especiales. Universidades y teatros son algunos de sus clientes que –según dice– a cambio de unos 80.000 pesos la hora, le piden posar. “Una vez me pidieron estar muy quieto y sostener una bandeja con monedas de chocolate en la entrada de un evento en un teatro”.
El hombre dorado no acepta las críticas de quienes consideran que “solo pide plata”. Ofendido, se define como artista.
Y es que quienes mendigan no pertenecen a la categoría de “ocupados en sitio descubierto en la calle”. El viceministro de Trabajo y Pensiones aclara que la labor de Alberto y sus colegas es una actividad artística. “Ellos serían catalogados por el Ministerio de Cultura –que es el que tiene la autoridad en eso–, como gestores culturales. Se está buscando, con un proyecto, que los gestores culturales puedan tener acceso a un sistema de seguridad social”.
Alberto dice que si el Gobierno le diera la oportunidad de formalizarse, lo haría. Aunque reconoce que, de tener un trabajo de lunes a viernes, los fines de semana regresaría al semáforo. “En esos días es cuando mejor me va”.
¿Artista o gestor cultural?
La directora de Artes del Ministerio de Cultura, Guiomar Acevedo, contestó por correo electrónico si Alberto es un artista o un gestor cultural y si podría beneficiarse del proyecto sobre seguridad social.
“El Ministerio de Cultura no ha sido investido con la competencia de precisar quién es creador o gestor cultural. Tales conceptos fueron definidos por el Congreso de la República a través de la Ley 397 de 1997. Así, según el artículo 27 de la norma, ‘se entiende por creador cualquier persona o grupo de personas generadoras de bienes y productos culturales a partir de la imaginación, la sensibilidad y la creatividad’. Por su parte, el artículo 28 dispone que el gestor cultural es aquel que ‘impulsa los procesos culturales al interior de las comunidades y organizaciones e instituciones, a través de la participación, democratización y descentralización del fomento de la actividad cultural’. El Ministerio fue encargado de establecer los requisitos para acreditar la condición de creador o gestor cultural”.
Agregó que el Ministerio expidió una resolución en la que se establece la forma de acreditar la condición de creador o gestor cultural. Entre estas está la presentación de certificaciones expedidas por entidades en las que se acredite experiencia, el registro de la socialización de las obras y manifestaciones creativas y certificaciones de estudios.
En relación con Alberto, la funcionaria especifica que si quisiera ser beneficiario de los programas de seguridad social, primero tendría que acreditar la condición de creador y gestor cultural.
*Publicado en la edición impresa de abril de 2016.