21 de noviembre del 2024
 
Alberto Urdaneta. Fotografía de Julio Racines Bernal, ca. 1880. Colección Museo Nacional de Colombia. Reg. 3870
Febrero de 2016
Por :
William Vásquez Rodríguez, Artista plástico, diseñador e historiador de procesos pedagógicos del arte. Profesor asociado y miembro de la Unidad de Arte y Educación, Facultad de Artes, Universidad Nacional de Colombia. Magíster en historia

ALBERTO URDANETA Y LA ESCUELA NACIONAL DE BELLAS ARTES DE COLOMBIA: EL ORIGEN DE LA ENSEÑANZA MODERNA DE UN ARTE ACADEMICISTA

La Escuela Nacional de Bellas Artes de Colombia se fundó el 20 de julio de 1886 en Bogotá. Con ella se instauró la enseñanza moderna del arte académico en el país. Se dejó de lado el modelo colonial de enseñanza de los talleres de artes y oficios, que rigieron la producción artística por más de trescientos años.

Interior de la clase de dibujo, Universidad Nacional. Grabado de Barreto. Papel Periódico Ilustrado, 1881-1887.

 

Bogotá, para ese entonces, era un lugar de tensiones políticas, económicas y sociales, que señalaban un cambio de mentalidad en sus habitantes. Las élites, compuestas por miembros de familias de hacendados, que soportaban su poder económico en la tenencia y usufructo de las tierras fértiles de la Sabana de Bogotá, las de los municipios aledaños y aquellas provenientes de tierras lejanas como Popayán, Cartagena, Santa Marta, Mompox, Tunja o Medellín, y otros centros del viejo acervo colonial, monopolizaban igualmente los cánones de la cultura.

Este momento de construcción de un Estado que se auto proclamaba moderno, requería de una estructura simbólica que lo soportara y lo representara en el imaginario de la población. Que le diera un piso de legitimidad en la edificación de un origen común para toda la población. Con este fin se fundó la Escuela Nacional de Bellas Artes y se le asignó inmediatamente esta tarea.

Los artistas aprendían allí a dibujar a la Virgen María y a trazar las escenas bíblicas que enriquecían virtudes y alentaban comportamientos educados. El modelo de composición estaba dado por la resonancia de la iconografía colonial. Tomada del artista oficial del gobierno del período de la regeneración de Caro y Núñez –para lo que se retomó tanto la obra como el personaje– que fue el pintor granadino Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos (1638-1711).

Caucho de la playa de Caparrapí. Dibujo de Alberto Urdaneta, ca. 1885. Colección Museo Nacional de Colombia. Reg. 6559. Fotografía Ángela Gómez Cely

 

En la Escuela se le dio forma tangible a la historia patria, la que se difundió durante décadas en el sistema escolar colombiano. Con el propósito de actualizar y resignificar símbolos, hechos y personajes históricos ya agotados en la rutina y en el olvido. Paradójicamente, mientras se planteaba una ruptura con la España conquistadora y opresora de la independencia, se le reconocía al mismo tiempo su condición de “Madre Patria”, de la que se habían heredado bienes invaluables como el idioma castellano, la fe católica y el modelo de progreso por el designio divino de una tierra de promisión.

En consecuencia, en la escuela se rendía culto y se representaba a los descubridores y conquistadores del nuevo mundo. Cristóbal Colón, Isabel la Católica, Gonzalo Jiménez de Quesada, Sebastián de Belalcázar, Nicolás de Federmann o al exponente más reconocido de la lengua castellana Miguel de Cervantes Saavedra.

Uno de ellos de corte liberal, que fracasó, y otro de corte conservador, que se impuso. Estos modelos exigían igualmente dos modos diferentes de comprender el arte y su enseñanza, vertientes de las que al final se nutrió, de manera pragmática, el gestor y fundador de la Escuela, el general Alberto Urdaneta (1845-1887), para armar la propuesta que logró convencer al gobierno.

Los proyectos para la enseñanza del arte, que antecedieron y abrieron el camino a la existencia de la Escuela

Nacional de Bellas Artes, correspondieron a estas dos lógicas. El primero de ellos, de corte liberal, tenía como planteamiento la institucionalización de las artes y oficios. Bajo el modelo inglés de desarrollos continuos en la técnica, y la obtención del progreso por la vía de la industrialización, se intentó instaurar este modelo al crear la Escuela de Artes y Oficios, como una de las escuelas que conformaría la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia en 1867, proyecto que duró solo nueve años, pues este tipo de conocimiento aplicado, nació maltrecho y no fue apoyado por las élites de la ciudad, de las que dependía su financiación y crecimiento. Esta sociedad se mostró más proclive a una economía agraria, de provisión de alimentos y de minería, que a una de invención técnica y de producción industrial.

El segundo modelo que se dio de forma paulatina fue el de las “bellas artes”, arraigadas en la larga tradición academicista europea y traído al país por la ruta de la Escuela de Bellas Artes de París, la Academia de San Fernando de Madrid y la de San Marcos en Ciudad de México. Alberto Urdaneta tuvo una actividad prolífica y visionaria durante varios años. Tomó del modelo conservador los contenidos de las materias, las prácticas pedagógicas y la estructura de organización de la institución. A partir de ellos realizó acciones concretas conducentes a la creación de la Escuela Nacional de Bellas Artes.

La mujer del levita de los montes de Efraím. Óleo de Epifanio Julián Garay Caicedo, 1899. Colección Museo Nacional de Colombia. Reg. 2103. Fotografía Ernesto Monsalve Pino

 

Urdaneta estudió dibujo y pintura en París, de la mano del academicista P.C. Garriot. En realidad había partido a Europa con un interés utilitario de realizar estudios avanzados en agricultura, para el beneficio de sus propiedades y de las de su familia, pero lo que encontró fue el modelo para instituir la enseñanza moderna del arte academicista bajo la tutela del Estado mismo..

Su propia experiencia fue definitiva y trajo consigo artistas y catedráticos determinantes para este logro, entre ellos fue figura central el pintor mexicano de gran finura Felipe Santiago Gutiérrez (1824-1904). Con él intentó montar academias privadas para varones y señoritas, entre ellas la Academia Vásquez. El pintor dio apoyo a Urdaneta en los pedidos que este último hizo ante el Estado en 1882, 1884 y 1886 para la apertura de la Escuela. De esto participó también el grabador español Antonio Rodríguez, con quien llegó por la ruta de La Habana y compartió la cátedra de dibujo y grabado en San

Bartolomé, sobre la plaza de Bolívar, y que contaba con financiamiento proveniente de recursos públicos.

Concertó con el gobierno nacional que las academias de grabado de Antonio Rodríguez, la de dibujo que regentaba el propio Urdaneta, y la Academia Nacional de Música bajo la dirección de Jorge Price, denominada luego Escuela Guarín de Música, hicieran parte de la Escuela. Esto permitió que estas últimas pusiesen a su disposición el prestigio y regular funcionamiento del establecimiento, así como sus conocimientos, sus prácticas pedagógicas, sus catedráticos y estudiantes a su cargo, y a cambio, el gobierno las convertiría en secciones de una importante escuela, les daría recursos permanentes para su funcionamiento y les proveería de espacio físico.

Sin título. Dibujo de Ricardo Borrero Álvarez, ca. 1900. Colección Museo Nacional de Colombia. Reg. 6067.008. Fotografía Samuel Monsalve Parra

 

El modelo moderno de la enseñanza de las “bellas artes” era afín al pensamiento estético de las élites vigentes en aquella época. Se aferraron a la tradición academicista de las artes que configuraban la historia universal del arte desde el siglo XVI, y que le permitía a la República de Colombia tener un modelo artístico civilizatorio, soportado en el artista individual, la reproducción de modelos, el genio, el talento y el buen gusto. Por ello solo se promovió en ella la música “culta”, de tradición eurocéntrica, de los siglos XVII, XVIII y XIX, y a las artes pictóricas y escultóricas grecolatinas, renacentistas, barrocas y neoclásicas, así como la arquitectura neoclásica, todas ellas ya en franca decadencia a finales del siglo XIX en Europa, acechadas por las vanguardias y el arte moderno.

Una sección insignia para la Escuela fue la materia de pintura a cargo de Epifanio Garay y una menor fue la materia de aguadas a cargo del propio Alberto Urdaneta. A este acuerdo se sumó la enseñanza de la arquitectura a cargo del arquitecto Mariano Santamaría, que tuvo su antecedente en la escuela de Pietro Cantini en el Capitolio Nacional.

La inclusión de nuevas artes en el país, como la escultura y la ornamentación, supuso traer a los maestros César Sighinolfi y Luis Ramelli desde Italia para que impartieran su enseñanza.

Teresa Ponce de León de Tanco. Epifanio Julián Garay Caicedo, 1903. Colección Museo Nacional de Colombia, Reg. 2754. Fotografía Juan Camilo Segura

 

La sección de música no se articuló de manera sencilla, puede decirse incluso que se convirtió en un asunto problemático, pues esta ya estaba suficientemente moldeada a cargo de Jorge Price, y no estaba dispuesta a ceder su autonomía lograda frente al gobierno de turno. Finalmente, aceptó a regañadientes su inclusión como sección de música, pero exigió mantener a Jorge Price y sus instalaciones en Santo Domingo, así como los siete catedráticos e instrumentos con que se formaba a sus alumnos.

En todas las secciones se cursaban las clases de historia del arte universal según lo dispuso Alberto Urdaneta, perspectiva y sombras a cargo de Epifanio Garay y Ramón Torres Medina, anatomía a cargo de Daniel Coronado y después dictada por Alberto Restrepo.

La consolidación de la Escuela de Bellas Artes se logró en una corta administración y en pocos meses. Sin embargo, una afección pulmonar se le complicó a Urdaneta y lo llevó a la muerte antes de cumplir un año en la dirección de la Escuela. Con los años la Escuela se convirtió, en 1934, en la Facultad de Bellas Artes y Arquitectura y posteriormente, en 1965, en la actual Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia. La Escuela fue el modelo de enseñanza para otras escuelas de arte que se abrieron en el país, como las de Ocaña, Popayán, Pasto, Santa Marta, Ibagué, entre otras. Este sistema pedagógico moderno se mantuvo vigente durante cien años, hasta las reformas de 1986 a partir de las cuales se asumió en su lugar un sistema pedagógico contemporáneo.

Bibliografía

Fajardo, Martha. Presencia de los maestros 1886-1960. Bogotá: Museo de Arte Universidad Nacional de Colombia, 1986.

Giraldo Jaramillo, Gabriel. Notas y documentos sobre el arte en Colombia. Bogotá: Editorial ABC, 1954.

Jaramillo Uribe, Jaime. El pensamiento colombiano en el siglo XIX. 4ª. ed., Bogotá: Alfaomega Editor S.A., 2001.

Universidad Nacional de Colombia. Presencia de los maestros 1886-1960. Bogotá: Museo de Arte de la Universidad Nacional de Colombia, 1986.

Urdaneta Rico, María Fernanda. Alberto Urdaneta. Vida y obra. Bogotá: Banco de la República, BLAA, 1992.

Vásquez, William. Escuela Nacional de Bellas Artes de Colombia 1866-1899. Tesís maestría, Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2008.

Vásquez, William. “Antecedentes de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Colombia 1826-1886: de las artes y oficios a las bellas artes”, en Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas, 9 (1), 35-67, 2014, http://dx.doi. org/10.11144/ Javeriana.MAVAE9-1.aenb