Una pregunta diaria sobre cambio climático
Un tratado que explique el Protocolo de Kyoto, que haga un repaso de la Cumbre de Copenhague, o que explore sin dinamismo los puntos de la Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático, podría confundirlo en lugar de ayudarlo. Este libro, en cambio, está pensado para ser leído fácilmente, a través de preguntas y respuestas cortas, pero no vagas, que le enseñan lo necesario para formarse una posición frente al cambio climático. Los autores, Manuel Rodríguez Becerra –primer Ministro de Medio ambiente en Colombia, ex miembro de la Comisión Mundial de Bosques y Desarrollo Sostenible y hoy profesor titular de la Universidad de los Andes–, Henry Mance –candidato a magíster de la Universidad de Oxford y colaborador del diario 'The Financial Times'–, Xiomara Barrera –directora de Políticas Públicas de WWF Colombia–, y Carolina García –abogada y oficial de comunicaciones de WWF Colombia–, lo llevarán de la mano por distintas preguntas y se las resuelven. Primera pregunta:
Día uno: ¿El cambio climático podría ser de origen natural?
Desde su origen, el planeta ha estado en permanente cambio. Así lo evidencian, por ejemplo, las denominadas eras geológicas, con profundas transformaciones en la conformación del planeta, y la evolución de las especies desde que la vida apareció en la Tierra. Pero el rápido proceso de cambio climático que hoy presenciamos no tiene causa natural. El IPCC afirma que su origen está en la actividad humana, con una certidumbre científica de 97%.
La principal actividad humana que ha causado el cambio climático y que lo seguirá causando durante el presente siglo es el consumo de combustibles fósiles, en particular, petróleo, carbón y gas natural, que emite dióxido de carbono (CO2). El mecanismo mediante el cual el CO2 y otros gases producen el calentamiento global se denomina efecto invernadero.
Día dos: ¿Qué es el efecto invernadero y cuáles son sus principales consecuencias?
Casi la mitad de la radiación solar que llega a nuestra atmósfera penetra la superficie de la Tierra, mientras el resto la refleja la atmósfera y retorna al espacio o la absorben gases y partículas de polvo. La energía solar que alcanza la superficie de la Tierra calienta el suelo y los océanos, que, a su vez, liberan calor en forma de radiación infrarroja.
Los gases de efecto invernadero (GEI) que se encuentran en la atmósfera, como el dióxido de carbono, absorben parte de esta radiación producida por la Tierra y la envían en todas las direcciones (ver Figura 1). El efecto neto de este fenómeno es el calentamiento de la superficie del planeta a la temperatura actual.
La existencia de CO2 y otros GEI en la atmósfera se originó haces millones de años como parte del proceso de formación y evolución de la Tierra, un fenómeno que también se dio en otros planetas del sistema solar. Entre más alta sea la concentración de GEI, mayor es la captura del calor, y viceversa. Nuestra atmósfera cuenta, precisamente, con una concentración justa de GEI para la existencia de la vida en la Tierra como hoy la conocemos.
Día tres: ¿Cuáles son las principales fuentes humanas de los gases de efecto invernadero?
Las concentraciones de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso han aumentado considerablemente desde mediados del siglo XVIII, época en que inició la revolución industrial, como consecuencia de la acción humana –o de origen antropogénico, en el lenguaje científico–.
El CO2 es el gas de efecto invernadero de origen antropogénico que más ha contribuido al calentamiento global, y se produce como consecuencia del consumo de los combustibles fósiles –petróleo, carbón y gas– y de la deforestación. Los árboles y las plantas que componen los bosques contienen carbono; al quemarse –que es la forma más usual de deforestación–, o descomponerse, después de haber sido talados, emiten CO2.
Las emisiones de metano se producen, principalmente, como con- secuencia de diversas actividades agropecuarias, como el cultivo del arroz –procesos de descomposición orgánica en las aguas de inun- dación– y la cría de ganado –la emisión producida por el proceso digestivo y las heces–.
Las emisiones de óxido nitroso se derivan, por lo general, del uso de agro- químicos en la agricultura. Si bien el CO2 es un GEI de menor potencia que el metano, el óxido nitroso o los fluorocarbonados, su abundancia relativa en la atmósfera y su incremento exponencial en los últimos cincuenta años explican por qué es el principal respon- sable del incremento de la temperatura.
Día cuatro: ¿Acaso importa en qué país se producen las emisiones?
No. El efecto es global. Los GEI que se emiten en cualquier lugar del planeta, sean producidos por un automóvil que circula en Chía o por las termoeléctricas de Texas, tienen consecuencias para el cambio climático de la Tierra como un todo. Es decir, el impacto de este tipo de contaminación no es de naturaleza local sino global.
Día cinco: ¿Cuál es la concentración de GEI actual?
Por primera vez en los últimos dos millones de años, la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera alcanzó las 400 partes por millón durante un mes entero, marzo de 2015, según la National Oceanographic and Atmospheric Administration (NOAA), de Estados Unidos. Ello significa un aumento de 120 partes por millón desde tiempos preindustriales. La mitad del aumento ocurrió a partir de 1980 como consecuencia del crecimiento económico mundial detonado por la aceleración de la globalización de la economía.
Día seis: ¿Pero la Tierra no tiene la capacidad de absorber el CO2?
Sí, pero es una capacidad limitada. ‘Sumideros naturales’ como los océanos, la vegetación, el suelo y los depósitos subterráneos pueden absorber CO2. Las plantas continentales y del medio marino ‘absorben el CO2’ mediante la fotosíntesis, uno de los procesos metabólicos de los que se valen las células para obtener energía. Es un proceso complejo, mediante el cual los seres vivos poseedores de clorofila y otros pigmentos, captan energía luminosa y transforman el agua y el CO2 en compuestos orgánicos reducidos –glucosa y otros–, liberando oxígeno.
El problema es que, cada vez más, se deposita una mayor parte de dióxido de carbono en la atmósfera, producto del gran incremento de las emisiones antropogénicas de GEI (gases de efecto invernadero) puesto que los sumideros naturales no están en capacidad de capturar una gran parte de ese aumento.
De las emisiones de origen antropogénico acumuladas, que ascienden a 555 GtC en el período 1750-2011, 240 se han acumulado en la atmósfera, 155 han sido absorbidas por los océanos y 160 han sido acumuladas en los ecosistemas terrestres. El hecho de que los océanos hayan absorbido 30% del dióxido de carbono de origen antropogénico, mucho más allá de su capacidad como sumidero natural, trajo como consecuencia su acidificación. Este es uno de los impactos más negativos de la desestabilización del sistema climático, pues se convertirá en uno de los detonantes más poderosos de la pérdida de biodiversidad marina y debilita aún más ecosistemas vulnerables como los corales.
Día siete: ¿Qué tanto ha cambiado el clima y cuánto va a cambiar?
Según el IPCC, el incremento total de la temperatura promedio del planeta entre los períodos 1850-1900 y 2003-2012 fue de 0,78 °C.
Como se muestra en la Figura 3, dicho aumento está directamente relacionado con el incremento en el nivel de CO2 en la atmósfera.
En su Informe de 2014, el IPCC (escenario RCP 8.5) prevé un cambio global en la temperatura media superficial del aire entre 1,4 °C y 2,6 °C para el periodo 2046-2065 en relación con el período 1986-2005, y un cambio entre 2,6 °C y 4,8 °C para el periodo 2081-2100 en relación con el período 1986-2005. Es decir, en los peores escenarios, una persona que nazca en 2015 podría llegar a vivir en un mundo con un aumento de temperatura mayor a 2 °C antes de cumplir cuarenta años de edad o mayor a 4 °C antes de cumplir setenta años.
El nivel del aumento dependerá de la cantidad de emisiones futuras de GEI, y esta dependerá del crecimiento demográfico y de las medidas que se tomen para desligar el desarrollo económico con la quema de gas, petróleo y carbón. Es decir, todavía tenemos la oportunidad de influir en el clima de este siglo, por las buenas o por las malas.
Es necesario reconocer que el grado de gravedad que podría alcanzar el fenómeno del calentamiento global siempre estará rodeado de alguna incertidumbre, dada la complejidad del fenómeno. Pero aún cuando el aumento de la temperatura llegase a alcanzar el mínimo previsto en el escenario más conservador (1,4 °C), tendremos que enfrentar las nuevas condiciones que impone un clima cambiante y eso afectará nuestras economías, ecosistemas y la vida de millones.
Además, será un incremento mayor al registrado en cualquier siglo de los últimos 10.000 años.
Día ocho: ¿Por qué las anteriores predicciones sobre la magnitud del cambio del clima establecen rangos tan amplios en el cambio de la temperatura superficial?
Para hacer estas predicciones, se utilizan modelos sobre el funcionamiento del sistema climático. En cada uno de esos modelos se suponen diferentes escenarios de reducción de GEI: desde el que considera que el consumo de combustibles fósiles o la deforestación continuará su tendencia actual –business as usual–, hasta aquel que supone que se lograrán cambios radicales en estas materias. Desde el que supone que la población mundial tendrá un crecimiento moderado hasta aquel que supone que, por el contrario, será muy sustantivo. La lista de supuestos sobre cómo evolucionará el desarrollo económico y social del futuro es larga. Entonces, al combinar ciertos supuestos, se puede prever cuál será el escenario futuro de cambio climático.
Día nueve: ¿El declive de la capa de ozono es producido por el calentamiento global?
No. La capa de ozono se adelgazó principalmente como consecuencia de la emisión de clorofluorocarbonados (CFC), componentes que constituyeron la base fundamental de la industria del frío –refrigeración, aires acondicionados, etc.– y de diversos procesos de manufactura, pero que popularmente fueron más conocidos por ser la base del funcionamiento de los aerosoles. Al emitirse a la atmósfera, estos componentes rompen la capa de ozono, cuya función es constituir una especie de escudo que proteja a la Tierra de la entrada de los rayos ultravioleta, que pueden ser letales para la vida en muchos aspectos.
En suma, es un error común confundir el fenómeno del adelgazamiento de la capa de ozono con el fenómeno del calentamiento global.
Los CFC, además de hacer daño a la capa de ozono, funcionan como gases de efecto invernadero. Su uso está casi totalmente prohibido por el Protocolo de Montreal, un tratado multilateral adoptado en 1986 para combatir el declive de la capa de ozono que ha sido, en balance, muy exitoso. Y este éxito se logró gracias a restricciones comerciales de los CFC y a su reemplazo masivo por hidrofluorocarbonados (HFC) que no destruyen la capa de ozono.
A pesar de que los HFC resolvieron el problema con la capa de ozono, crearon otro igual o peor toda vez que son GEI mucho más potentes que los CFC, cuyas emisiones están aumentando más rápidamente, a una tasa del 10% anual. Por ende, en el marco del Protocolo de Montreal, se acordó sustituir los HFC por gases que no contribuyeran ni al cambio climático ni a la destrucción de la capa de ozono, como son diversos hidrocarbonos.
Día diez: ¿El calentamiento global se hubiera podido evitar?
Para responder a esta pregunta, es necesario recalcar que las consecuencias de la quema de los combustibles fósiles para el calentamiento global solo se vinieron a conocer recientemente, casi doscientos años después de que se inventara la máquina de vapor –accionada a partir del carbón–, y más de un siglo después de que se inventara el motor de gasolina. Estos dos descubrimientos han servido para satisfacer necesidades humanas fundamentales y constituyen ejes centrales de la civilización contemporánea. Pero, paradójicamente, estas y otras tecnologías que han prestado enormes servicios a la humanidad, como los agroquímicos y los gases base de los sistemas de frío, representan una buena parte de la amenaza que enfrentamos.
Así que, cuando los científicos tuvieron gran certidumbre del problema, a finales de la década de 1980, ya se había registrado un gran incremento de GEI en la atmósfera. Es evidente que si se hubieran tomado las medidas aconsejadas por la comunidad científica a partir del momento en que se acordó la Convención Marco de Cambio Climático de las Naciones Unidas en 1992, la magnitud del problema actual y proyectado sería mucho menor.