30 de diciembre del 2024
 
Cementerios como este recuerdan los miles de caídos en la Primera Guerra Mundial. Foto shutterstock
Marzo de 2015
Por :
Saúl Mauricio Rodríguez Hernández, Historiador, Universidad Nacional de Colombia. Estudios de profundización, National Defense University, EE. UU. Mágister en Investigación en Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.

EL ÚLTIMO ESFUERZO: OFENSIVAS Y CONTRA-OFENSIVAS A FINALES DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

 

“Comida para Francia”. Cartel de apoyo a los franceses. Litografía de Francis Luis Mora, ca. 1918. Colección Library of Congress, Washington.

 

Para comienzos de 1918 gran parte del romanticismo y entusiasmo con el que la mayoría de los jóvenes y gobiernos europeos habían entrado a combatir en la Gran Guerra había cesado, por el contrario estaba presente un ambiente de desesperación, tedio y zozobra. La experiencia bélica de los años anteriores había mostrado que la guerra moderna no era un juego de niños y que los avances tecnológicos habían generado una cantidad de muertos a gran escala. Casi todos los países y pueblos que estaban involucrados en la contienda esperaban con ansias el fin de la guerra, sin embargo el esfuerzo bélico no paraba. Gobiernos y altos mandos militares buscaron por todos los medios posibles estar lo mejor posicionados en el campo de batalla para poder negociar a su favor políticamente. En este sentido y más que en ninguna guerra anterior se habían aplicado, hasta sus últimas consecuencias, los postulados de Clausewitz, quien señalaba que la guerra implicaba el máximo sacrificio y el esfuerzo de la nación para lograr doblegar la voluntad del enemigo. Perspectiva que prevaleció hasta las últimas campañas militares de la guerra.

Así, considerando algunos puntos de la que he denominado como la “historia militar renovada”, la salida de Rusia de la contienda en el año inmediatamente anterior alivió la pesada carga que recaía sobre Alemania, país que libraba una guerra en dos frentes. A partir de ese momento, el mando militar alemán redireccionó todas sus tropas hacia el frente occidental donde se encontraban sus enemigos más fuertes, tanto en lo militar como en lo político. En este caso Francia y Gran Bretaña. Estos países y todos sus aliados estaban agotados y esperaban el fin de la guerra con mayor entusiasmo incluso que los alemanes. Los franceses estaban extenuados y la moral de las tropas era precaria, sobre todo por el hecho de que ya no había reservas suficientemente preparadas para la guerra y las bajas eran reemplazadas por adolescentes y ancianos. Por su parte, los británicos eran renuentes a seguir enviando soldados al continente para reemplazar las bajas, por el temor generalizado de que los franceses involucraran estas nuevas tropas en ofensivas sin sentido. De este modo, la iniciativa militar recayó en las manos de los alemanes en cabeza de su comandante, el general Ludendorff, quien no solo buscó mostrar sus capacidades militares para doblegar la voluntad de los franceses y británicos, sino sobre todo para capturar la mayor cantidad de territorio antes de que llegaran las tropas estadounidenses al frente, y de este modo lograr una negociación con altura. El fin del aislacionismo militar de Estados Unidos en el escenario europeo era esperado con ansias por los aliados y generaba expectativa entre los alemanes.

La iniciativa militar alemana

 

“Deutschland, Deutschland über alles,
Über alles in der Welt”

(Alemania, Alemania sobre todo,
sobre todo en el mundo)

A pesar de lo insensato que pudiera parecer, tanto por la falta de recursos y hombres como por el hecho de que estaban luchando la guerra prácticamente en solitario, los alemanes decidieron lanzar una serie de ofensivas militares para la primavera de 1918 contra las posiciones francesas y británicas. Con estas acciones, según Michael Howard, se reintrodujo la guerra de movimientos en un escenario bélico que estaba totalmente estancado. Esto fue posible gracias al gran prestigio que había alcanzado el general Ludendorff entre las tropas y los altos dirigentes políticos alemanes, incluido el káiser Guillermo ii; y también, porque se había vendido la idea — aunque no fuera cierto ¬—, de que con esta última iniciativa militar Alemania ganaría la guerra, hecho que motivó a los soldados alemanes para arriesgar sus vidas con una disciplina, iniciativa y agresividad sin igual, pese a los rumores sobre la poca factibilidad de la lucha.

Henry Sinclair Horne, baron Horne. Fotografía de Bassano Ltd., 31 de diciembre de 1918. Colección National Portrait Gallery, Londres. Reg. NPG x 85372. 

 

La ofensiva alemana planeada por el general Ludendorff para la primavera de 1918 tomaba como referencia la táctica ideada por el general Oskar von Hutier. Esta consistía en una breve descarga de artillería, para luego iniciar una ofensiva con la infantería sobre las posiciones enemigas, con el objetivo de capturar lo más rápido la mayor cantidad de territorio posible. Esta táctica usada a gran escala, era novedosa para aquel momento, pues contradecía la táctica usada comúnmente durante el transcurso de la guerra que se caracterizaba por una prolongada y poderosa descarga de artillería sobre el enemigo.
En el aspecto estratégico, “Ludendorff escogió a los británicos como blanco primordial, porque creía que la derrota de la Gran Bretaña llevaría consigo una paz favorable”. En este sentido, la primera acción militar se inició en la mañana del 21 de marzo sobre la zona del Somme, conocida bajo el nombre clave de “Michael”, y tenía como objetivo incomunicar y aislar a los británicos de los franceses para luego destruirlos. Esta acción se dirigió sobre esta zona, pues allí se encontraban las tropas menos preparadas que estaban bajo el mando del general británico Herbert Gough, quien no recibió apoyo francés frente al temor del general Philippe Petain de que al enviar ayuda a los británicos, dejara desprotegidas sus líneas de defensa. De este modo, mientras los británicos trataban de defender a toda costa la zona aledaña al Canal de la Mancha, su corredor estratégico hacia las islas británicas, los franceses reforzaban la zona cercana a París.
En este sentido los alemanes, debido a la carencia de colaboración y un mando conjunto entre franceses y británicos, abrieron una brecha en el frente occidental que alcanzó, para finales de marzo, a llegar a 80 kilómetros de París. Esta acción generó respuestas inusitadas, incluida una eufórica declaración del káiser, quien señaló: “habrán de arrodillarse ante la superioridad alemana, porque de lo que se trata aquí es de una victoria de la monarquía sobre la democracia”. Igualmente, los alemanes iniciaron un bombardeo sistemático sobre París, con un cañón del tipo “Gran Berta” montado sobre el vagón de un ferrocarril, lo cual generó terror dentro de los habitantes de esta ciudad.

Herbert Plumer, 1st Viscount Plumer. Fotografía de Alexander Bassano, 1899. Colección National Portrait Gallery, Londres. Reg. NPG x 32018.

 

La respuesta aliada fue crear un sistema unificado de mando, bajo el comando del general francés Ferdinand Foch, quien de inmediato ordenó apoyar a los británicos con tropas francesas.
Los alemanes continuaron con la iniciativa militar y atacaron la zona de Flandes para abril de 1918, en la denominada operación Georgette (Lys para los británicos). En esta ofensiva sorprendieron a Portugal, uno de los aliados, en un relevo de tropas, cerca de Dunquerque, en la zona norte, y atacaron la ciudad de Amiens, al sur, un punto de confluencia de comunicaciones ferroviarias, ambas acciones generaron un caos total entre los aliados por la efectividad de los alemanes. No obstante, lograron repeler las acciones militares alemanas con cuantiosas pérdidas para los dos bandos que sumadas daban un total de 700.000 hombres. En el curso de esta acción fue derribado el célebre Barón Rojo por parte de las fuerzas aliadas, quien fue sepultado con honores.
Del desconcierto inicial de los aliados se pasó a una mejor organización, no obstante, la iniciativa militar siguió estando en manos alemanas. A pesar de que muchos soldados de ese país ya no estaban tan dispuestos a pelear, Ludendorff ordenó una tercera ofensiva denominada “Blucher”, sobre la región de Chemin des Dames entre la línea de La Fére y la de Reims protegida por los franceses. Los alemanes lograron cortar las líneas ferroviarias y volvieron a estar cerca de París en la zona del Marne, sin embargo, no pudieron invadir la ciudad debido a que estaban muy lejos de sus propias líneas de aprovisionamiento y eso hacía que fuera una acción arriesgada.

Retrato del general Ferdinand Foch, s.f. Colección Bibliothèque Nationale de France.

 

La situación fue de nuevo desesperada para los aliados e implicó el rápido despliegue de las primeras tropas estadounidenses, las cuales actuaron en la defensa de París y en repeler, junto a los otros aliados, las zonas aledañas. Los alemanes intentaron de nuevo mantener la iniciativa militar, en particular en las ofensivas conocidas como Nayon-Montdidier en junio, y Champaña-Marne en julio, en las que fueron repelidos por los aliados. Dos ofensivas que tuvieron lugar por orden de Ludendorff, a pesar de que se estaban llevando a cabo negociaciones de paz y que ya no tenían mucho impacto.

General von Hindenburg (izq.) y su jefe de Estado mayor, Erich von Ludendorff (der.)

 

La entrada de la american expeditionary force a la línea de combate

 

“Si aceptas pelear, aceptas morir”
Johnny cogió su fusil, Dalton Trumbo

La primera acción de combate de Estados Unidos en la guerra tuvo lugar en la ciudad de Cantigny el 28 de mayo de 1918. Esto no solo significó un gran soporte para las tropas aliadas gracias a los 4 millones de soldados que llegaron al frente occidental, sino también, un cambio en el escenario internacional con profundas implicaciones en el siglo xx. Estados Unidos rompió así con su política de aislacionismo e inició una serie de acciones a escala internacional. No en vano se dice que el gran triunfador de la Primera Guerra Mundial fue Estados Unidos, pues no tuvo bajas considerables, si se compara con los demás aliados, y las ganancias fueron enormes al consolidarse como una potencia de escala internacional.

Ofensiva en Flandes. Refugio de hormigón tomado por los "Boches". Fotografía de Agence Rol, 1917. Colección Bibliothèque Nationale de France.

 

Las tropas estadounidenses, bajo el mando del general Joseph “Black Jack” Pershing, fueron transportadas, equipadas y entrenadas por los británicos y franceses. En un primer momento, y dadas las necesidades militares, tuvieron que unirse a tropas francesas a pesar de la renuencia inicial para hacerlo, para luego actuar como unidades independientes: actuaron siempre como un estado asociado a los aliados. En Cantigny, los “soldados-ciudadanos” estadounidenses, como se hacían llamar, tuvieron varios errores tácticos en el campo de combate, pero mostraron su ímpetu y deseo de pelear, lo cual se confirmó en las acciones militares venideras, sobre todo en la defensa de París en la batalla de Belleau Woody, el primer enfrentamiento del US Marine en la guerra en junio, y en la contraofensiva que se iba a dar a partir de mediados de julio y los meses siguientes contra los alemanes. Una de sus acciones más destacadas fue la participación en la ofensiva de Meuse-Argonne, entre el 26 de septiembre y el 11 de noviembre. En esta acción, las unidades estadounidenses tuvieron iniciativa propia y machacaron las defensas alemanas, con lo cual prácticamente se decidió la guerra a favor de los aliados.
 

Soldados ingleses esperando el ataque en Flandes. Fotografía de Agence Rol, 1917. Colección Bibliothèque Nationale de France.

 

La contra-ofensiva aliada

Tanque británico en Flandes. Fotografía de Agence Rol, 1917. Colección Bibliothèque Nationale de France.

 

Los aliados, gracias al aporte en hombres y recursos de los Estados Unidos, hicieron inclinar la balanza a su favor, frente a unos alemanes desgastados por las ofensivas anteriores, quienes ya no contaban ni con las tropas ni con los recursos necesarios para mantener la lucha. Entre mitad de julio y comienzos de noviembre de 1918, los aliados tomaron la iniciativa militar y obligaron al ejército alemán a replegarse hacia el oriente, generando entregas masivas de estas tropas y la práctica de la tierra arrasada, cuando eran quemados cosechas y recursos en las zonas que iban dejando, lo que les hizo ganar el desprecio de los soldados franceses.

La batalla de Amiens, el 8 de agosto, fue la victoria más importante para los aliados en la contraofensiva, quienes al mando del general Henry Rawlinson avanzaron nueve kilómetros sobre la zona ocupada por los alemanes gracias al uso combinado de tanques Marv V y aviones.

Marcha a la gloria. Miembros de la fuerza expedicionaria del ejército de los Estados Unidos. Fotografía del Army Signal Corps, ca. 1917-1919. Colección Library of Congress, Washington.

 

A partir de este momento, la iniciativa aliada sería conocida en la historia militar como la ofensiva de los 100 días, la cual decidió el curso de la guerra. La persecución de los alemanes llevó a los aliados, hacia finales de agosto y comienzos de septiembre, a combatir en las ciudades de Peronne y Saint-Mihiel. En una línea que iba de norte a sur y que casi llegaba a la frontera con Bélgica. La primera acción fue llevada a cabo por tropas australianas, y la segunda por tropas estadounidenses con apoyo francés. El éxito en estas acciones militares llevó a que los alemanes se adentraran más hacia el norte en la Línea Hindenburg, la cual era una línea de trincheras y casamatas que había sido construida por los soldados alemanes en los años anteriores y contaba con todas la ventajas para su defensa sin implicar un alto costo humano. Esta línea defensiva, era casi inexpugnable y para abrir una brecha los aliados recurrieron a una acción militar sobre el túnel-canal de Saint Quentin, considerando que sería la primera acción para dar fin a la guerra hacia la primavera de 1918. La ofensiva consistió en una fuerte descarga de artillería por parte de los británicos sobre este punto para el 27 de septiembre, y dos días después avanzaron con tropas de tierra conformadas por fuerzas australianas, estadounidenses y francesas. Con esta acción los alemanes no pudieron contener a los aliados hasta el invierno como inicialmente se había previsto y, por el contrario, tuvieron que retirarse, el 4 de octubre, más hacia el noreste. Igualmente, estaban siendo fuertemente atacados en la zona de Meuse-Argonne por los estadounidenses.
De este modo, contra todos los pronósticos, los aliados lograron vencer las líneas defensivas alemanas, las cuales estaban desorganizadas y con una moral deficiente. Si bien se siguieron librando batallas hasta el fin de la guerra, su importancia no era de una magnitud tal que lograra cambiar el curso de la victoria aliada, lo cual presionó la firma del armisticio por parte del alto mando alemán.

Cartel que muestra las banderas aliadas sobre el kaiser Guillermo II. Litografía de Abel Faivre, ca. 1918. Colección Library of Congress, Washington.

 

Impresiones de un combatiente colombiano sirviendo en el fuerzas francesas en la última etapa de la Primera Guerra Mundial
“Una de las particularidades de esta segunda faz (sic) de la guerra, o sea de la guerra de movimientos, durante los últimos meses de la campaña de 1918, fue lo que pudiera llamarse la promiscuidad forzada de armas.
“La intensidad e impetuosidad de los combates eran tales, que en el desarrollo de su accidentado curso, de la noche a la mañana, divisiones enteras se perdían o se fusionaban con otras, en forma tal que los pocos sobrevivientes de un destacamento se incorporaban en las fuerzas de una unidad vecina en el caso de que esa no perteneciese a la misma arma”.
Echeverri Márquez, Benjamín. Memorias de un combatiente: un colombiano
en las dos guerras mundiales, Ibagué, Gobierno del Tolima, 1951, p. 39.

Impresiones de un combatiente colombiano sirviendo en el fuerzas francesas en la última etapa de la Primera Guerra Mundial

“Una de las particularidades de esta segunda faz (sic) de la guerra, o sea de la guerra de movimientos, durante los últimos meses de la campaña de 1918, fue lo que pudiera llamarse la promiscuidad forzada de armas. 

“La intensidad e impetuosidad de los combates eran tales, que en el desarrollo de su accidentado curso, de la noche a la mañana, divisiones enteras se perdían o se fusionaban con otras, en forma tal que los pocos sobrevivientes de un destacamento se incorporaban en las fuerzas de una unidad vecina en el caso de que esa no perteneciese a la misma arma”.

Echeverri Márquez, Benjamín. Memorias de un combatiente: un colombiano 

en las dos guerras mundiales, Ibagué, Gobierno del Tolima, 1951, p. 39.

Georges Clemenceau 

(La Vendée, 1841 – París, 1929)

Puso su vitalidad y sus capacidades al servicio del resarcimiento de Francia por lo que consideró una humillación: la derrota infringida por el naciente Imperio Alemán de Bismark en 1871, y la posterior proclama del II Reich en el mismísimo Salón de los Espejos del Palacio de Versalles. Y culminó su empeño en su segundo período como primer ministro francés (1917–1919) al suscribir el tratado de Versalles. Líder de la izquierda, médico, viajero, periodista, atacó la política colonial de su país y se pronunció a favor de Alfred Dreyfus, acusado de traición a la patria. Con los años, su orientación política viró hacia el centro. Derrotado en las elecciones, en 1920 se dedicó a cazar tigres en India, a pesar de su avanzada edad.

 

Referencias

1 Este extracto de la canción Das Deutschlandlied (La canción de Alemania), era popular entre las tropas alemanas a la hora de cargar en la ofensiva sobre la tierra de nadie en la Primera Guerra Mundial.

2 Howard, Michael. La Primera Guerra Mundial, Barcelona, Crítica, 2002, p. 146.

3 Esposito, Vincent. “Frente occidental, 1918: El año de la decisión”, en Breve historia de la Primera Guerra Mundial, México, Diana, 1982, p. 132.

4 Citado en Neiberg, Michael. La Gran Guerra: una historia global (1914–1918), Barcelona, Paidós, 2006, p. 298.

5 Civrieux De, Commandant. La Grande Guerre (1914–1918), Aperçu D’histoire militaire, Paris, Payot, 1921.

6 Taylor, A.J.P. The First World War: An illustrated history, Londres, Penguin Books, 1987.

7 Hart, Lidell. History of the First World War, Londres, Pen Books, 1972.