EL RÍO MAGDALENA EN LA GUERRA DE INDEPENDENCIA
El dominio del río Magdalena ha sido el eje geográfico del país, quizás el más disputado militarmente en nuestra historia, quizás más que el mar Caribe en el cual desemboca. Veamos una síntesis de su presencia durante la guerra de la independencia. En la primera república, de 1810 a 1815, la guerra de emancipación de la Nueva Granada tuvo tres escenarios: el de la costa Atlántica entre las ciudades patriotas de Cartagena y Mompós contra la realista Santa Marta, justamente por el dominio del río; el del centro del país entre los mismos patriotas por la forma de Estado que querían imponer: federalismo contra centralismo; y en el sur entre las ciudades patriotas confederadas del Valle del Cauca, contra las realistas de Popayán y Pasto.
El escenario de la costa Atlántica, a lado y lado del río Magdalena, que es el de nuestro interés, empezó el 6 de agosto de 1810, cuando el puerto de Mompós, al declarar su independencia, también pretendió liberarse de Cartagena, razón por la cual esta lo ocupó militarmente.
Superado este episodio y proclamada la independencia absoluta de Cartagena el 11 de noviembre de 1811, estas dos ciudades patriotas buscaron someter a Santa Marta, convertida en capital provisional del Virreinato con el virrey Benito Pérez Britto. Esta ciudad permaneció fiel a la corona apoyada por Río Hacha, Maracaibo, Coro y Panamá. El inicio de esta disputa militar entre Cartagena y Santa Marta por el dominio del mar Caribe y del río Magdalena, se desarrolló por la posesión de sus pequeños puertos y aldeas ribereñas. Solo Mompós era considerada ciudad, las demás derivaban su importancia, como eslabones de la navegación fluvial y, por ende, de las comunicaciones internas y externas del país.
Cartagena desde 1810 había organizado un ejército con oficiales extranjeros y tropas de sus barriadas, y constituido una marina de guerra con oficiales de la Armada Real, seguidores de su Junta de Gobierno como Rafael Tono y algunos marinos con experiencia militar como el contramaestre José Padilla, veterano de Trafalgar y el organizador de las fuerzas sutiles que empezaron a operar militarmente en el río Magdalena. Él reclutó y adiestró hombres en labores marineras, armó una goleta y el pailebote “Ejecutivo”, e improvisó como naves de guerra las goletas “Constitución” y “Valerosa”, el falucho “Fogoso”, las lanchas “Micomicona” y “Concepción1.
Al ser designado gobernador de Cartagena Manuel Rodríguez Torices, recibió poderes dictatoriales, estableció sobre el río Magdalena aduanas y fuertes militares en los puertos de la ribera occidental, mientras Santa Marta fortificaba las de la oriental como el Guáimaro, el Banco, Tenerife, Cerro de San Antonio y Sitio Nuevo. Las operaciones se iniciaron el 30 de octubre de 1811 cuando una pequeña fuerza de desembarco patriota partió de Barranca del Rey, atacó y ocupó el 3 y 4 de noviembre a Tenerife. Pero el 28 de diciembre tuvo que abandonarlo después del combate de Santa Martica, ante la superioridad de la contraofensiva de las fuerzas realistas al mando del teniente coronel Pedro Domínguez2.
En 1812 Cartagena y Santa Marta no solo continuaron acciones militares sino políticas y económicas con el fin de consolidar sus posiciones. La segunda adquirió ventajas económicas y militares sobre la primera, como quiera que recibiera apoyo español desde Cuba con tres buques de guerra y un batallón de infantes, con los cuales estableció una línea defensiva desde Ocaña hasta el mar, y realizó escaramuzas y combates cada vez más intensos. A comienzos de marzo los patriotas sufrieron otra derrota fluvial en la población de Zambrano, que fue recuperada por los realistas el 22. En abril el dominio del Magdalena se inclinaba al lado realista con su superior fuerza militar: 1500 hombres, 40 cañones, 14 bongos armados y una poderosa cañonera. Esta armada triunfó en Pedraza, frente a Barranca Vieja, ocupó las sabanas de Sincelejo, Corozal, insurreccionó a su población, avanzó sobre Mompós y amenazó directamente a Cartagena3.
La situación se tornó crítica para los patriotas cuando en septiembre el comandante Juan Rosado, del fuerte de Cispatá, ubicado sobre la desembocadura del río Sinú en el mar Caribe, entregó dicho fuerte a los españoles. Asediada Cartagena, su Junta Suprema de Gobierno decidió planear y ejecutar simultáneamente una triple contra-ofensiva por tierra, por el río y por el mar. Las dos primeras para recuperar los poblados de la sabana, defender los puertos fluviales, en especial, a Mompós y la marítima, para rescatar el fuerte de Cispatá y luego ocupar a Santa Marta.
El 19 de octubre, la patriótica Mompós fue atacada por agua y tierra por una fuerza realista de 400 hombres en siete buques de guerra y cinco de transporte, pero el espíritu valeroso de sus defensores opuso tenaz resistencia y logró poner en fuga a las fuerzas españolas, las cuales se vieron obligadas a huir, dejando varios muertos, heridos y capturados, junto con la mayor parte de champanes, piezas de artillería y fusiles. Triunfo que el gobierno de Cartagena celebró otorgándole a Mompós el título de “ciudad valerosa”. En esta acción se destacaron por su heroísmo, entre otros, Pantaleón de GermánRibón, Juan Bosa, Pedro Manuel Nájera y los subtenientes Cabarcas, Salaices y Guillín4.
Entre tanto le fue confiado el mando de las tropas de Cartagena al coronel francés Pedro Labatut, quien ofreció sus servicios militares a la ciudad con otros oficiales europeos como Manuel Serviez y el español Manuel Cortés Campomanes y varios oficiales venezolanos derrotados en su país: los coroneles Simón Bolívar, Miguel y Fernando Carabaño.
No era Bolívar un soldado que pudiera someterse al combate limitado en tiempo, en espacio y en proporción militar, menos aún a permanecer pasivamente, mirando de lejos al enemigo y subordinado a un jefe extranjero. Su gloria militar surgió de un acto de desobediencia a unas órdenes estáticas e inoperantes que en la guerra no producen resultados. Al mando de su fuerza, que apenas superaba el centenar de hombres sin experiencia de combate, realizó algunas incorporaciones hasta elevarla a 200 y llegó a Barranca el 1 de diciembre de 1812, donde en solo tres semanas logró entrenarla y disciplinarla para formar una unidad para el combate.
Era Tenerife el principal fuerte español sobre el río y estaba guarnecido por cerca de 300 hombres de los regimientos Albuera y Panamá, que considerándolo inexpugnable habían reducido al mínimo sus defensores. Bolívar llegó al Yucal, muy cerca de Tenerife, donde le intimó rendición, recibiendo respuesta de sus dos cabildos de sumisión incondicional a la provincia de Cartagena. Bolívar entró a la población el 23 de diciembre y tomó a sus autoridades juramento de fidelidad a la Junta Suprema de Cartagena. Luego se apoderó de Plato, Zambrano y avanzó a Mompós donde desembarcó en Champanes el 26 de diciembre. Fue recibido al día siguiente en medio del entusiasmo de sus habitantes y del gobernador Celedonio Gutiérrez de Piñeres y obtuvo apoyo en lanchas, armas, víveres y voluntarios, aumentó su fuerza a 500 hombres.
Luego asaltó El Guamal y el 28 El Banco, cuyos defensores, a pesar de contar con cerca de 400 hombres al mando del jefe realista Padevilla, huyeron a Chiriguaná, pero al bordear la Ciénaga de Zapatosa fueron alcanzados por las fuerzas de Bolívar el 1 de enero y obligados a combatir. Cayeron en manos patriotas 100 hombres, artillería y municiones, con una sola baja, la del momposino Encarnación Argumedo. Volvió Bolívar al río Magdalena y tomó la plaza de Tamalameque en cuyo asalto fue derrotado el capitán español Capmani, luego continuó a Puerto Real (Gamarra) que ocupó el 8 de enero de 1813, remontó la cordillera y cayó sobre Ocaña5.
Tan fulminante y exitosa campaña fue posible por la movilidad, astucia, sorpresa y liderazgo de Bolívar, quien adquirió el prestigio necesario para que la Junta de Gobierno de Cartagena desoyera las pretensiones del comandante Labatut de someterlo a juicio. Antes por el contrario, reconoció y agradeció su conducta militar en esta campaña conocida como “del Bajo Magdalena”, de 1812, por su notable significado estratégico que abrió las comunicaciones de Cartagena con el centro político de la Nueva Granada, rompió el bloqueo que los realistas habían impuesto a lo largo del río, ocupó sus principales puertos y sirvió de fundamento psicológico, humano y militar para la liberación de Cúcuta. Fue esta campaña preludio de otra aún más fulgurante que en 1813 lo llevó hasta Caracas, coronada por cierto con los heroicos sacrificios de Girardot en el Bárbula y de Ricaurte en San Mateo.
La voluntad de Cartagena por someter a Santa Marta fue irreductible. Una vez más organizó, en enero de 1814, otra expedición que hizo un intento frustrado de atacar a Portobelo y en el mes siguiente a Ciénaga y Santa Marta. Pero el nuevo virrey español Francisco Montalvo había construido y armado ocho buques y entrenado a los indígenas como marineros. Así lanzó la contraofensiva contra las desmoralizadas tropas patriotas, que llegaron hasta la desobediencia, acabando esta operación en otro nuevo fracaso, que llevó a la destitución del jefe militar independiente.
Así sucumbieron las intenciones ofensivas de Cartagena sobre Santa Marta y como contrapartida, esta última, ahora bajo la autoridad del virrey Montalvo, a comienzos de abril de 1815, al mando del capitán Capmani, ocupó a Barranquilla y causó grandes pérdidas a los patriotas y luego el comandante Rus se apoderó de Mompós.
De tal forma la aproximación de la expedición pacificadora de Pablo Morillo, en 1815, encontró a Cartagena sola para defenderse ante la poderosa fuerza invasora compuesta por una flota de 56 embarcaciones y más de diez mil hombres. Morillo primero entró a Santa Marta donde reconoció el valor de los indígenas defensores de la ciudad y otorgó a su cacique de Mamatoco el grado de capitán y la orden de los Reyes Católicos.
Morillo realizó la ocupación de Cartagena por tierra y mar, mediante estricto y tremendo asedio de más de cuatro meses. Pero la ciudad ofreció la más fiera y tenaz resistencia prefiriendo el pueblo cartagenero el hambre, el sufrimiento y la muerte a la sumisión. Con un valor y heroísmo supremos solo sucumbieron por el hambre. Razón por la cual se la conoce históricamente como “Ciudad Heroica”.
Ocupada Cartagena por España, comenzó la política del terror con los primeros fusilamientos. Desde allí se realizó la invasión de la Nueva Granada por las líneas naturales de entrada y salida de sus comunicaciones. Por la más importante, la del río Magdalena, penetró una columna al mando del coronel Santacruz, y las otras por Ocaña y las provincias del Socorro y Tunja con órdenes del coronel Latorre de tomar contacto con la columna procedente de Venezuela del coronel Calzada: la tercera por Antioquia con el coronel Warleta y la cuarta por el Chocó con el coronel Bayer. Estas últimas
tomaron contacto con la columna proveniente del sur del coronel Juan Sámano6.
En 1816, solo los Llanos Orientales se salvaron de la ocupación española. Pero justamente desde allí se inició la reacción patriota que culminó con la Campaña Libertadora de la Nueva Granada de 1819 y la victoria definitiva en la batalla del Puente de Boyacá. Después de esta acción, el río Magdalena sirvió a la autoridad española para huir de Santafé. Por él escapó Sámano de la persecución de las tropas patriotas que llegaron hasta Honda con el coronel Leonardo Infante.
Una vez organizado el gobierno republicano en 1819, lo primero que dispuso fue la liberación del Magdalena, con operaciones por mar y tierra. Con este propósito salió una expedición de la isla de Margarita, a órdenes del almirante Brión y del coronel Padilla, compuesta por catorce buques armados, seis bergantines, cuatro goletas y varios faluchos y flecheras, con 1200 soldados, 700 de los cuales pertenecían a la Legión Irlandesa. Su misión era ocupar la Costa Atlántica neogranadina y la desembocadura del Magdalena y traer armas. Las columnas que obraban desde el interior por el río debían actuar en apoyo del desembarco de Brion y Padilla. Esta desembarcó en Riohacha el 12 de marzo de 1820, previa huida del gobernador español coronel José Solís, pero la insubordinación de las tropas irlandesas limitó las operaciones planeadas, a pesar de lo cual Padilla derrotó a los españoles en Laguna Salada y los obligó a replegarse hasta Santa Marta.
Los buques patriotas permanecieron en Riohacha tres meses, donde sufrieron serias averías como consecuencia del fuerte oleaje, circunstancia que llevó a Padilla a concebir una operación de engaño. Navegando a sotavento con el pabellón español, logró desembarcar el 12 de junio de 1820 100 hombres en Sabanilla, en las bocas del Magdalena, con lo cual logró controlarlo de nuevo y sitiar a Santa Marta.
Las operaciones desde el interior empezaron con la incursión del coronel Maíz por el río, con pequeñas embarcaciones, 100 marinos y 78 infantes. Llegaron hasta la desembocadura del río Carare y derrotaron una fuerza fluvial realista de 300 marinos y 153 infantes, obligándolos a huir río abajo. Pero las operaciones decisivas para la liberación del río Magdalena las realizaron dos columnas desde Honda. La primera con siete buques y 150 fusileros al mando del coronel Hermógenes Maza, quien por cierto manchó su recorrido con la sangre de los españoles que encontró en el camino, y la columna por tierra que luego de liberar a Antioquia en el combate de Chorros Blancos, convergió por Magangué hacia Mompós al mando del coronel José María Córdoba7.
La plaza de Mompós estaba defendida por 500 hombres del batallón Albuera, protegidos por la flotilla española del Magdalena. Córdoba marchó por las anegadas tierras que bordean el caño Cicuco y el 19 de junio cayó sobre Mompós que había sido abandonada por los realistas horas antes de la exacción a sus pobladores. Infortunadamente un destacamento que Córdoba había situado en Tacaloa dejó escapar la flotilla española que fue a hacerse fuerte en Tenerife con once buques a órdenes del teniente coronel Vicente Villa y en tierra 200 del regimiento León al mando del coronel Sebastián Díaz, de los pocos escapados de Boyacá.
La operación sobre Tenerife fue concebida mediante un avance coordinado de las columnas de Maza y Córdoba por el río y el caño de Sura. En las horas de la noche del 24 de junio, la primera columna que avanzaba por el río, con el comandante de la vanguardia patriota Benedicto González, pudo apresar en la oscuridad una canoa y el buque español más adelantado, el cual fue abordado y por los prisioneros se enteró Maza del dispositivo fluvial asumido por los realistas, que estaban a corta distancia de sus buques que seguían avanzando de forma sigilosa. Como la flotilla española estaba muy cerca, la patriota avanzó con celeridad y en la madrugada del 25 de junio, cuando aún las brumas envolvían la flotilla española obstaculizando su visibilidad, la patriota, en el mismo momento en que el centinela enemigo daba la alarma, machete en mano se lanzó con Maza a la cabeza al abordaje con fiereza, temeridad y rapidez. Los buques que intentaron huir fueron agarrados por los garfios que saltaban de las embarcaciones patriotas y gran parte de la marinería española fue muerta cuando apenas despertaba.
Los artilleros de tierra tampoco pudieron proteger sus buques porque la niebla y la confusión de la sorpresa se lo impidieron. Al “Príncipe de Asturias”, buque insignia de la flotilla española le volaron su “santa Bárbara” y otros fueron incendiados por sus capitanes para evitar la captura, solo unos pocos lograron escapar hacia Cartagena.
Fueron muchos los prisioneros realistas que cayeron en manos de los patriotas y cuando el día aclaró completamente, las sombras de la venganza de Maza alcanzaron pavoroso terror. Desde su bongo “La comandancia”, de espaldas al sol y sentado en rústica silla, uno a uno hizo pronunciar a los prisioneros la palabra “Francisco”, y el que lo hacía con el ceceo español era degollado y arrojado al Magdalena. Solo un prisionero logró salir con vida de aquel baño de sangre, Juan Sordo, gracias a que lo reconoció como su maestro de infancia.
Córdoba, que fue engañado por sus dos guías de ruta, no alcanzó a participar en el combate y llegó luego de la degollina. Pero los guías que lo habían engañado fueron igualmente fusilados. El parte de este combate fue enviado por Córdoba, aun cuando Maza había alcanzado a comunicarle lacónicamente la victoria al vicepresidente, quien la trasmitió a Bolívar en esos términos: “Me alegro mucho del suceso de Maza: el niñito es pasado; por cada herido mata cien hombres; sin más novedad”.
En esta acción por parte de las fuerzas patriotas fueron tomados 13 lanchas y 18 champanes con sus pertrechos, quedando solo pendiente para la liberación total del río Magdalena la toma de Santa Marta y la liberación de Cartagena, facilitadas luego por esta victoria8.
Santa Marta estaba defendida por 1800 realistas a órdenes de su gobernador Pedro Ruiz
de Torres, pero se encontraban anímicamente disminuidas por el asedio de las fuerzas patriotas del almirante Brion que estaban a la ofensiva y estrechaban cada vez más el cerco de la ciudad por mar abierto: por la bahía de Ciénaga con Padilla y por tierra con el coronel Carreño. Ciénaga fue reforzado con tropas de Santa Marta, pero Padilla logró, el 9 de noviembre, capturar a los realistas varias embarcaciones, mientras Carreño atacaba infructuosamente por tierra. Al día siguiente Padilla arremetió contra las fuerzas ligeras enemigas y después de media hora de combate capturó los buques y las baterías de la barra de Pueblo Viejo y La Salina, logrando desembarcar 600 infantes a órdenes de Maza, mientras enviaba el resto de sus fuerzas navales a reunirse con Brion y él reforzaba al coronel Carreño para lograr la toma de Ciénaga y acometer a Santa Marta. Pero su gobernador, viéndose perdido, abandonó la ciudad al día siguiente, con lo cual fue ocupada definitivamente por las fuerzas de la República9.
Solo quedaba en poder de España la plaza fuerte de Cartagena, defendida por 1150 hombres distribuidos entre Bocachica, el castillo de San Felipe y dos recintos de la ciudad, y en el mar por tres buques de guerra, varios de transporte que fueron debidamente armados, tres lanchas y varios botes pequeños tripulados por 175 marinos. Fuerzas inferiores numéricamente a las patriotas, pero con la enorme ventaja de contar con el sistema amurallado de la ciudad como protección, que la hacía prácticamente invulnerable, como se había probado antes.
El ataque patriota fue concebido y coordinado por tierra y mar. Comenzó en mayo de 1821, cuando Padilla llevó, a través del Canal del Dique hasta la bahía de Cartagena, una fuerza integrada por 33 embarcaciones y diez buques de transporte. Luego estableció su puesto de mando en Cospique, emplazó sus baterías en Caño de Loro y ordenó patrullajes por el exterior de la bahía, a la espera del ataque de las fuerzas de tierra ubicadas en Turbaco al mando de los coroneles Montilla y Córdoba.
En la noche del 24 de junio, con pleno conocimiento de los movimientos rutinarios de la flotilla enemiga, el hábil y osado Padilla concibió una intrépida acción naval, partiendo del fuerte de Pastelillo al noroeste. Al amanecer del día siguiente sorpresivamente se lanzó al ataque y logró abordar la mayor parte de embarcaciones realistas, causando confusión y muerte en sus tripulantes, mientras las fuerzas terrestres se lanzaban sobre puntos previamente seleccionados de la ciudad. De tal suerte cayeron en poder de las fuerzas republicanas 11 buques, 19 piezas de artillería, fusiles, lanzas y varios barriles de pólvora. Acción esta que permitió luego la toma del Castillo de Bocachica y, finalmente, la capitulación española y la cesión de San Felipe donde se izó definitivamente el pabellón tricolor10.
Referencias
6. El teniente general don Pablo Morillo.
8. Ibíd., p. 392.
9. Hoyos Falla, Jaime. Historia de la Infantería de Marina. Bogotá, Escuela Superior de Guerra, 1991.
10. Historia de la Infantería de Marina, capítulo II, p.24.