Antes de asumir la dirección del diario más importante de Antioquia, y uno de los más influyentes en la nación, Sierra fue jefe de redacción de El Tiempo, editora en Revista Semana y panelista de Mañanas Blu. Ha ganado cuatro premios Simón Bolívar de periodismo. Foto: Juan Antonio Sánchez / Cortesía El Colombiano
Antes de asumir la dirección del diario más importante de Antioquia, y uno de los más influyentes en la nación, Sierra fue jefe de redacción de El Tiempo, editora en Revista Semana y panelista de Mañanas Blu. Ha ganado cuatro premios Simón Bolívar de periodismo. Foto: Juan Antonio Sánchez / Cortesía El Colombiano
22 de Marzo de 2024
Por:
Diego Montoya Chica. IG: @chinocarajooo

Luz María Sierra es una de las voces más destacadas en el debate público nacional. La directora de El Colombiano habló con Credencial acerca del relevo de poder en Antioquia y sobre la forma en que la anterior alcaldía de Medellín confrontó la labor periodística del diario.

El poder del editorial paisa

 

¿Qué consecuencias tiene que la era de Daniel Quintero haya provocado semejante reacción electoral en su contra? Es decir: ¿quizá él se llevó por delante, a manera de “daño colateral”, el perfil del político alternativo? Algo parecido dicen de Petro: que si le va muy mal, la izquierda queda herida de cara a las urnas.

Petro y Quintero son muy diferentes. Comparto que ambos llegaron con una expectativa de cambio y que quizá no las han cumplido, pero son dos tipos de político muy distintos: para mí, Petro cree genuinamente en eso del cambio, pero no tiene la capacidad, sino solo el discurso. Y un discurso sin capacidad de hacer y sin entender qué se puede hacer y qué no, se le termina yendo en contra. A diferencia de Quintero, que llegó a hacer muchas cosas “mañosas”, con mucha corrupción. 


No: yo no creo que se agote la posibilidad de que surjan figuras alternativas. Medellín siempre ha tendido a ello: el alcalde anterior a Quintero fue Federico Gutiérrez, que llegó con esa bandera. Antes, estuvo Alonso Salazar, que lo hizo igual. Y previamente, Sergio Fajardo, que también. Las sociedades siempre están buscando el cambio. Tanto que, históricamente, en la política gana el que logre convencer a la gente de que viene a cambiar. Y a la ciudad le gustan esas figuras que se sienten vanguardistas y que proponen cosas diferentes. Con sus bemoles, a todas esas administraciones les fue  bien, pero es que la de Quintero fue un desastre, porque se trata de otro tipo de personaje peculiar de la política colombiana. 


Pero el péndulo agarró tanta fuerza que, hoy, el proyecto político de "Fico" goza de muchísimo respaldo, por ejemplo en el concejo. ¿Será bueno un clima tan unánime? 

Pero fíjese que ya vimos cómo la ciudadanía aprendió a hacer veeduría. Llevamos apenas tres meses y tanto la gente como los medios —incluyendo a El Colombiano— se le han parado al alcalde en varias cosas. Y también al concejo: mire lo que ocurrió con la elección de personero: iban a escoger al mismo que venía de la administración Quintero. Eso generó una cascada de investigaciones y no pudieron nombrarlo. Igual con lo del secretario de Cultura, que salió a decir alguna barbaridad y esa auditoría ciudadana y de los medios funcionó para que corrigieran. 


En su momento, daba la impresión de que la administración Quintero encasilló a El Colombiano como una suerte de enemigo público...

Cuando llegamos al periódico hace dos años y medio, era abrumadora la cantidad de gente que llevaba denuncias. Es que no alcanzamos a publicar ni la mitad de las cosas porque quizá venían sin pruebas o había quienes no daban la cara. Pero cuando lo comenzamos a hacer, ocurrió algo que yo no había visto en toda mi vida periodística: todos los secretarios de gabinete atacando a El Colombiano, diciendo, por ejemplo, que lo hacíamos por plata. Hasta hablando mal del diario en el canal local, haciendo esa campaña en todas las formas posibles. La FLIP y la Sociedad Interamericana de Pensa les llamaron la atención y ya entonces no salían tanto ellos. Pero sí, es otra estrategia de algunos gobernantes: descreditar el papel del medio. 

La movida clásica de desvirtuar al mensajero...

Sí. Y nosotros no éramos oposición ni interlocutores del señor alcalde. Ellos querían que se entendiera como una pelea lo que en realidad era pura investigación. Yo no soy partidaria de las revocatorias, pero lo cierto es que tenían todo para hacer una. Tengo que decir que ellos cooptaron muchos de los organismos de control en la ciudad. Quintero logró así que no le ocurriera. 

El exalcalde parece estar pidiendo pista en el alto Gobierno. ¿Usted cree que va a “caer parado”?

Insisto en que Petro es distinto a Quintero. Una de las cosas que yo aprecio del presidente es que no es tan fácil que se deje rodear de personas corruptas. Y desde que llegó al poder hace ya más de un año y medio, no le ha dado nada particularmente importante al exalcalde de Medellín, pese al lobby que este ha hecho. A Quintero le  tocó irse hasta Italia para poder ver a Petro porque no lo recibía. Es verdad que le ayudó con el tema de las tarifas en un momento dado y entonces se acercaron un poco. Yo pensaría que el presidente no lo quiere dejar de lado porque ahí hay una posibildad de poder —y no va a rechazar ese apoyo—, pero, al fin y al cabo, no le ha dado nada más que dos cupos en la junta del metro.

Y eso quizá porque intercedió el ministro de las TIC, que se volvió amigo de Quintero. Además, eso ocurrió justo cuando Empresas Varias de Medellín firmó un contrato de camiones de carga lateral en un negocio en el que está involucrado el catalán amigo de Verónica Alcocer. 

“Hoy se obliga a los buenos candidatos a hacer campañas más pobres. Y no la logran porque no son buenos para hacer cosas pobres o mezquinas”. 

Si no es fácil que Petro se deje rodear de corruptos, ¿lo de Sarabia y Benedetti se explicaría, entonces, en que haya estado verdaderamente arrinconado?

Sí, exacto, a mí me parece que eso fue un momento difícil. Que quizá Petro piense que no puede seguir desperdiciando posibles aliados, porque todo ayuda. Tampoco sería demasiado raro que le dé ahora algo a Quintero, pero es que si le da a él, tiene que darle a todos los que están haciendo fila. 


“Yo nunca en mi vida he tenido más independencia periodística que la que me ha tocado vivir en El Colombiano. Y eso lo recibo como un regalo divino: todos los errores y virtudes son míos y de mi equipo, porque nadie nos dice qué hacer”, dice Sierra Lopera. En la foto, con Jennifer Pedraza, Jorge Enrique Robledo y Sergio Fajardo.  

Las “cámaras de eco” son esos encapsulamientos con una única visión del mundo en los que se sumerje el usuario de las redes sociales. Está diagnosticado el problema, pero no su solución. ¿Cómo llena El Colombiano esos vacíos, en medio de tanta crispación? 

Cuando llegamos al diario, la gente en Medellín se percibía angustiada porque veía una ciudad mal gobernada; que se robaban los recursos públicos, que todo era con corrupción. Y si bien a todo el mundo le tocaba ese fenómeno, nadie podía hacer nada. En El Colombiano comenzamos, entonces, a recoger las denuncias y eso hizo que tuviera lugar un contrapeso frente a lo que sucedía en redes sociales, en las que, en cambio, dominaba la narrativa promovida por las bodegas del gobernante.


Y es que la gente se siente agobiada si solo tiene lo que sucede en X, Facebook, etcétera. Por eso, cuando los medios de comunicación investigan responsablemente y ofrecen herramientas —datos, argumentos de peso— las personas lo aprecian mucho. De ahí que, si no está el medio periodístico, sufra la democracia. 


Yo soy muy “tremendista” con lo de las redes. Hice sobre eso mi tesis de maestría en opinión pública, hace años. En ese momento, mi planteamiento era que iban a acabar con la democracia y quizá, de paso, hasta con la humanidad, estando al servicio del poderoso de turno. Yo pensaba: ¿qué tal un Pablo Escobar en tiempos de redes sociales? La historia de Colombia sería otra: tal vez hasta esa sería la familia presidencial o alguna cosa parecida.  


Sin embargo, la experiencia en Medellín a mí me demostró que las redes no son infalibles y eso me dio cierto optimismo. El alcalde Quintero tenía una capacidad de propaganda enorme. Le pasaba, de hecho, lo que a muchos populistas —aunque no a todos—: que son simplemente eso, un aparato de propaganda, pero que de resto no hacen nada. Tanto se enfocaron ellos en promoverse que pensaron que iban a ganar en las elecciones, pusieran a quien pusieran, y los votos demostraron otra cosa.


Eso evidenció cómo las redes sociales son un universo muy pequeñito; una  lección para todos los generadores de opinión, que también podemos estar contaminándonos de todo ello en nuestras redes, sin medir realmente la opinión pública.  Es que mire lo que le pasó al que querían poner como sucesor del alcalde de Medellín: obtuvo poco más de 90.000 votos. Menos, incluso, que los 150.000 computadores que quiso entregar Quintero, y pese a todos los mensajes que adaptó y movió con todo ese aparato de propaganda. 


Hoy en día, pareciera que lo políticos no tuvieran de otra que hacer campaña mediante el trabajo sucio —en mayor o menor medida— en redes sociales. ¿Es así?

Sin redes sociales es muy difícil que Daniel Quintero hubiera durado los cuatro años. De hecho, sería difícil que Gustavo Petro se sostuviera, a pesar de todos los estropicios que ha hecho en el Gobierno. 

El Gobierno de Petro a veces se me hace similar al de Ernesto Samper: desde el principio, lo único que hizo fue dividir la opinión pública entre ricos y pobres, y lo logró porque algunos medios le ayudaron.


A Petro le pasa algo parecido: que mientras tiene encima los escándalos de presunta ilegal financiación de su campaña —por no decir otros—, maneja un aparato de propaganda muy importante en redes. 

El petrismo y la izquierda son los que mejor han manejado las redes sociales en este país, y esto sucede desde que él era alcalde en Bogotá. Y ahora, todos replican esos métodos, incluyendo a la derecha. 


¿Están sufriendo Antioquia y Medellín sin confianza y comunicación fluida con el Gobierno nacional?

Claro que sufre. El caso de las vías 4G, por ejemplo, es algo que le debe doler a todo el país. Ese proyecto lleva tres gobiernos en ejecución. Y no es que sean unas vías de Antioquia, sino que pasan por este departamento, pero le sirven al Valle del Cauca y al centro del país. También mejoran la conectividad entre el Pacífico y el Atlántico. Pero no las quieren terminar, y es que están casi listas.


Tenemos el túnel más grande de América, que mide 10 kilómetros, y se va a quedar como un elefante blanco porque el presidente Petro no quiere que Invías —que tenía la responsabilidad de hacer una de las vías de acceso— invierta más en Antioquia. Que eso se quede así implica miles de millones de pesos de ahorros que se iban a meter en modernización de infraestructura para ser más competitivos. 


Dada su capacidad en industria y como el polo de desarrollo e inversión tecnológica que es, la ciudad se sigue moviendo con o sin Gobierno. Pero en esto de la infraestructura sí sufre. El gobernador saliente Gaviria y ahora Rendón le han dicho al presidente: “Entréguenos esas obras”, así las termina Antioquia. El problema es que ni raja ni presta el hacha. 

Se dice que las Farc nos dejaron a Uribe, que luego Uribe y Duque nos dejaron a Petro, y que Petro, a su vez, quizá nos deje en 2026 lo que sea que esté en el extremo opuesto del movimiento pendular. ¿Cree que será así?

No creo que alguien ponga a alguien. Son las campañas las que ponen a los presidentes. Ese es uno de los grandes problemas de la democracia: que no se escoge a los mejores candidatos, sino a los que mejor campaña hagan. 

Puede ser un problema estar al lado de Petro y su desfavorabilidad. Aunque vamos a ver qué sucede en ese momento: puede que logre voltear el asunto por medio de subsidios. Pero no creo que le funcione. 


“Si la gente se hastía de que los nuevos hagan cosas malas, sucede como en Medellín, donde se quiso regresar al conocido”. 

Justamente, a Quintero no le funcionó con lo de los computadores...

Ni en Bogotá tampoco a Petro cuando fue alcalde. Es más bien el que mejor interprete la sociedad en un momento. Y esa interpretación no es solamente ir “en contra”. Muchos saldrán contra Petro, pero eso no le garantiza a nadie la presidencia de la República. Se necesitan muchos otros elementos.

¿Entonces lo del péndulo es un poco reduccionista?

Sí, aunque es uno de los factores porque si tú llegas a un punto en el que estás hastiado porque los nuevos hacen cosas malas, sucede como en Medellín, donde la gente quiso volver al conocido. 


¿El equipo de investigaciones de El Colombiano observa a la administración de "Fico", y al nuevo concejo, a través del mismo lente agudo con el que se examinó a la de Quintero?


Sí. Van solo tres meses y hemos planteado que el problema de basuras hay que solucionarlo, así como también el del turismo tóxico. Estuvo lo del personero y lo del secretario de Cultura. Eso sí: aunque reportamos sobre lo bueno y lo malo, apenas están llegando. Y los gobiernos empiezan a mostrar su talante al cabo de un año. Le pasó a Petro: el primer año llegó ahí como aturdido y con los escándalos y todo, pero es que en el segundo ya tiene el dominio y plena responsabilidad sobre lo que esté sucediendo. 



“Solo se publican cosas que estén totalmente confirmadas. Cuando las protestas frente a la Corte Suprema, se habló de un helicóptero que estaba evacuando a los magistrados. Sabíamos que eso no era verdad y no lo dijimos”, recuerda Sierra. “Así también cuando hay rumores de muertes de personalidades públicas, que bien pueden ser mentira”. 

¿Cómo garantiza usted un sano balance entre valores periodísticos y la búsqueda de grandes audiencias? En lo digital, los analistas de SEO (Search Engine Optimization) indican qué contenidos serán exitosos en cifras. ¿Cuál es el mantra en El Colombiano para no sucumbir a que los números del SEO dicten lo editorial?

Yo creo que ese dilema ha estado ahí siempre: el de que una cosa es lo importante y, otra, lo atractivo que le interesa a la gente. Y no siempre coinciden. A lo largo de los años, he visto que si uno se dedica únicamente a lo importante, hace unos medios, digamos, un poco aburridos y con poca audiencia. Pero si, por el contrario, uno se dedica solo a lo atractivo, puede caer en una suerte de amarillismo, quizá con una audiencia grande, pero sin mayor incidencia. Tiene que haber, entonces, un equilibrio para que lleguemos a un público amplio y podamos permearlo con lo importante. 

En esa tarea ayudan los SEO, indudablemente. Pero fíjese: en algunos medios de importancia nacional hay seis o siete de estos profesionales, pero nosotros, que hemos recurrido a uno de vez en cuando —porque se debe hacer— a veces no tenemos ninguno. Y eso es un motivo de orgullo porque nos hemos metido entre los diez y los cinco medios de comunicación más vistos del país, sin tener SEO. 

A quienes solo hacen clickbait (titulares ‘carnada’ para atraer clics), no les va bien. Por poner un ejemplo reciente, Google cortó lo de darle importancia a contenidos “evergreen”, los atemporales que buscan tráfico y que se estaban volviendo casi que una industria. 

¿Es decir que el clickbait es una soga al cuello en el mediano y largo plazo?

Es que, mientras que sí hay clickbaits perniciosos o amarillistas, también puede haber algún titular llamativo porque, digamos, los conservadores están decidiendo sobre si votar o no en la reforma de salud. Si uno busca una punta atractiva para que la gente lea un contenido que es importante, esa es una de las razones de ser del periodismo.

El clickbait vacío es el que, creo yo, termina acabando con la reputación de los medios. Solamente con temas frívolos e intrascendentes de sexo o crimen, la audiencia cultivada no será la que reconocemos en el periodismo como la que incide en la sociedad. Pero si a un ciudadano le interesan los temas del país, tú se los tienes que mostrar de manera que le resulten interesantes.