21 de noviembre del 2024
Foto: iStock
Foto: iStock
5 de Noviembre de 2024
Por:
Zamira Caro Grau

Esta nueva preocupación es prominente en el sector privado. Las tendencias demográficas, la estrechez económica y la mejoría de la oferta pública son parte de la explicación. 

¿Por qué están cerrando tantos colegios en Colombia?

NO ES LA PRIMERA VEZ que se experimenta una ola de cierres de colegios privados en Colombia pero, quizás, la actual sí es una de las más preocupantes. En 2009, por ejemplo, la comunidad religiosa que dirigía el Colegio Sor Teresa Valsé —ubicado en Bogotá, con poco más de 600 alumnas— anunció el cierre permanente de la  institución debido a dificultades económicas, cosa que, entonces, se percibió como un hecho excepcional. Pero ese ya no es el caso: durante 2024, más de 26 colegios privados han cesado sus actividades en Bogotá, según cifras de la Secretaría de Educación. Y a nivel nacional, según un informe del Directorio Único de Establecimientos Educativos, son 769 las instituciones privadas que han cerrado sus puertas en Colombia a lo largo del último año y medio.


¿DÓNDE ESTÁN LOS ESTUDIANTES?

 

Los motivos de este fenómeno varían, pero uno de los más influyentes —y preocupantes para algunos sectores, incluyendo el macroeconómico— es el de la reducción de la tasa de natalidad en Colombia. Según el más reciente reporte del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE): “En lo corrido del 2024, el país alcanza la cifra más baja de nacimientos ocurridos entre el 1 de enero y el 30 de abril de cada año, durante la última década, con un total de 145.416 nacidos vivos”.

 

Más allá de la cifra actual, este fenómeno se percibe desde hace varios años, por lo que, la demanda de colegios también disminuye. De acuerdo con el informe de Educación Formal del DANE correspondiente al año 2023, “la matrícula nacional fue inferior en 1,9 % con respecto al año 2022 y la cantidad de alumnos matriculados ha experimentado una reducción gradual desde el año 2020”, eso sin contar los datos sobre deserción escolar que, por cierto, muestran un aumento entre finales de 2022 e inicios de 2023: aproximadamente, 470.000 niños y niñas abandonaron el sistema educativo, según cifras del Ministerio de Educación Nacional.

 

REVISTA CREDENCIAL habló con Edna Bonilla, exsecretaria de Educación de Bogotá. Durante el confinamiento, dice, algunos padres tomaron la decisión de cambiar a sus hijos a la oferta oficial: “Además de que en los últimos años ha existido una mejora sustantiva de la calidad educativa en el sector público, pasó, por ejemplo, que los papás se dieron cuenta que los niños de este sistema recibían alimentos durante la pandemia, mientras que los de colegio privados por norma no podían”, explica.

 

Otro factor igualmente importante es el monetario, pues las matrículas escolares continúan en aumento y, especialmente después de la pandemia, la condición socioeconómica de muchos padres y madres de familia ha cambiado, lo que no les permite continuar pagándoles a sus hijos una educación privada. Y es que la matrícula no es el único cobro que realizan esas instituciones, pues también están los pagos mensuales de transporte, alimentación, materiales, libros, cuadernos e incluso dispositivos electrónicos que algunos colegios consideran obligatorios para el alumno, como tablets y computadores. La suma de todo es muy dura para el bolsillo familiar, por lo que optar por una educación pública o por una en casa —tendencia que va en aumento, según Bonilla—, disminuye sustancialmente los gastos del hogar. Contribuye también el descontento en torno a la manera en que algunos colegios privados dispusieron la educación en línea durante el confinamiento, con malas plataformas, profesores que no prendían sus cámaras y pocas dinámicas para la participación de los alumnos, entre otras. Algunos, preocupados por la disparidad entre costo y calidad, decidieron tomar este reto en sus propias manos.

 

Para Bonilla, otro factor en juego es que la población de niños migrantes, especialmente venezolanos, ha disminuido en el país. Esto lo respalda Migración Colombia, que en el pasado mes de febrero afirmó que, por primera vez en una década, esta población registra un descenso mes a mes en el país. Estos niños “compensaban” otros factores, como el de la tasa de natalidad y la deserción escolar, y su ausencia afecta a los colegios privados y públicos por igual.

 

De hecho, Según Bonilla, en el frente oficial también ha disminuido el número de estudiantes, pero la solución en esos colegios, dice, es cerrar una de las jornadas, más no la institución en sí. “Lo público se reorganiza distinto porque el Estado tiene la responsabilidad de la educación”, explica, aunque añade que en la mayoría de colegios aún se mantienen ambos horarios: mañana y tarde.

 

 

Que más padres consideren colegios laicos para los hijos no es una sorpresa en el mundo de hoy. 

 

Bonilla realza con optimismo que la educación en el sector público ha avanzado en infraestructura y en dotaciones de alimentación. “Es que un niño con hambre no aprende”, sostiene, y añade que dichos avances pueden estar llevando a algunos padres del sector privado hasta el público, “especialmente aquellos que tenían a sus hijos en estos colegios porque no habían encontrado cupo cerca a sus casas en la institución pública”, agrega.

 

 ¿HAY UNA CRISIS DE FE?

 

Con el reciente anuncio del cierre del Colegio La Presentación San Façon, que lleva 60 años de operación en Bogotá, también es válido preguntarse si la educación religiosa, un pilar de tradición en Colombia, está perdiendo fuerza. Entre otras cosas, esto explicaría por qué algunos colegios anteriormente femeninos o masculinos han comenzado la transición para recibir un alumnado mixto: entre ellos están el San Viator, el Liceo de Cervantes, el Gimnasio Moderno, el Marymount School de Medellín, el Colegio Teresiano, el Gimnasio Aspaen Iragua y el Pureza de María.

 

Que más padres consideren colegios laicos para los hijos no es una sorpresa teniendo en cuenta que algunas reglas establecidas en instituciones religiosas pueden parecer anticuadas y contrarias al libre desarrollo de la personalidad. Por ejemplo, algunos manuales de convivencia de colegios femeninos les exigen a sus estudiantes mantener el cabello sin tratamientos de ningún tipo, recogido con moñas únicamente del color del uniforme, además de uñas sin pintar, y orejas y rostro sin perforaciones, entre otras cosas.

 

Para Diana Pino, madre de 39 años y egresada de un colegio católico bogotano, uno de los aspectos más importantes en su búsqueda de colegios para su hija era la formación laica: “A mi parecer, la educación religiosa cierra mucho la perspectiva de lo que es la sociedad actualmente. Yo quiero que ella aprenda sobre responsabilidad social, manejo de la autoestima, confianza y respeto a los demás y sus creencias”, explica. Así también lo afirma Luisa Ramos, quien toda su vida se formó en un colegio católico: “Mientras estudiaba vivía en una burbuja, con una mentalidad cerrada, y cuando salí a la universidad vi otro mundo. Así me di cuenta que estaba muy sesgada con la educación que me daban alrededor de temas como la sexualidad y la libertad de expresión, entre otras cosas”, agrega.

 

Sin embargo, decir que la educación primaria y secundaria religiosa va en “completa decadencia” sería mentir, más teniendo en cuenta que el país es preponderantemente católico. Además, la historia pesa: las órdenes de las carmelitas, los jesuitas y los dominicos, entre tantas otras, tienen a la misión educativa en su ADN desde hace cientos de años, con impactos que persisten en las fases primaria, secundaria y superior. Por eso, muchos son los casos como el de Luisa Tovar, madre de 33 años, quien lo explica de esta manera: “Nosotros tenemos una relación importante con Dios y queríamos eso para nuestro hijo, es una decisión muy importante que si bien viene desde casa, nos gusta que esté complementada en la educación escolar”.

 

Aunque todo parece indicar que la educación religiosa no se acabará pronto, varias instituciones con esta línea educativa sí han tenido que diversificar algunos de sus pilares —como la educación enfocada en un solo género— para seguir en pie. Su competencia creciente son los colegios que ofrecen diferentes formas de enseñanza, con lo que, eventualmente, la búsqueda de una educación laica sí podría volverse un motivo para el cierre de este tipo de instituciones. “Esta es la oportunidad para que los colegios se pregunten por qué la educación cambió y cómo repensarse”, afirma Bonilla.

 

EL PANORAMA ESTUDIANTIL

 

A los ojos de Bonilla, el gran reto de la educación privada en Colombia está en la calidad. “Somos el país con mayor tasa de reprobación en el mundo, hágame el favor; además de que no tenemos niños, los hacemos perder el año y eso es un problema de los adultos, de la política pública educativa”, explica. Además, resalta la importancia de la educación inicial y el trabajo que hay para hacer por este sector en Colombia, pues “las brechas que se generan en esta etapa difícilmente las va a compensar más adelante”.

En cuanto a si estarán cerrando más colegios privados en el país, lo más probable es que sí. Así lo considera Bonilla y lo afirman los datos mencionados en este artículo: cada vez menos colombianos quieren tener hijos y esto, desde ya y a futuro, tendrá un efecto en la educación. “Por eso los colegios tienen la obligación de innovar y de estar más a la altura de las necesidades que les está demandando la sociedad en este momento”, afirma la exsecretaria. La pregunta ahora es: ¿podrán?