Planet Earth II, el documental que no se puede perder
Hay un ave del paraíso en medio de la selva. Es un animal espectacular, rarísimo. Tiene las alas negras y rojas, la cabeza y las patas azules, una franja amarilla en la nuca y dos rizos que le salen de la cola. Es un macho y se dispone a hacer su danza de apareamiento. Mira hacia arriba y ve el sol. Entonces busca un claro en el suelo, en medio de los árboles, donde la luz caiga directamente. En cuanto lo encuentra, retira las hojas caídas. Con el pico, arranca las hojas verdes de los arbustos que rodean el claro y las arroja lejos. Cuando ha dejado el escenario limpio, descolorido, bien iluminado y con solo un tallo pelado en el centro, llama con su voz a su público. Llama durante semanas, hasta que una hembra aparece. El macho parece indicarle que se pose en el tallo del centro, justo en el rayo de sol, para que pueda ver bien. Luego él se coloca bajo ese palco. Cuando se ha asegurado de la atención de la hembra, echa la cabeza hacia atrás, despliega el plumaje del cuello y muestra un verde brillantísimo que antes no parecía tener. Es como si hiciera aparecer desde el interior de su cuerpo una hoja como las que les ha quitado a los árboles, la más verde de toda la selva. Parece paradójico que, teniendo plumas azules, amarillas y rojas, que son como gemas en medio de la vegetación, su tesoro sea el verde, que es el color más abundante en su entorno. La hembra se convence y se aparea con él para que también en el futuro haya aves del paraíso.
Esa es una de las historias que cuenta y muestra Planet Earth II (BBC), una serie de seis episodios, de 2016. Empecé a verla pensando que tendría un énfasis geográfico como la original Planet Earth, que vi encantada en 2006. Hacía poco tiempo, una noche en que estaba pasando canales, me había dado cuenta de que nunca veía programas sobre animales. Me avergoncé al admitir que tal vez la vida real de los animales me aburría, mientras que las fábulas de animales me fascinaban porque les atribuían a sus personajes el don del lenguaje humano.
Planet Earth II trata sobre animales en seis hábitats, uno por episodio: las islas, las montañas, las selvas, los desiertos, las praderas y las ciudades. La particularidad de los personajes, la música y la narración de David Attenborough hacen que en esta serie las historias de animales ─de reproducción, peleas, migración y cacería─sean dramáticas: historias de amor, rivalidad, viajes y muerte. La serie ha sabido conjugar la anécdota y la fábula al informar sobre la vida salvaje. Cuenta que en cierto desierto vive un escarabajo que escala casi a diario una duna cuya altura equivale, en relación con el cuerpo humano, al doble de la del Everest; en la cumbre se queda quieto para que la neblina se condense sobre su cuerpo y se convierta en gotas de agua que terminan cayéndole en la boca. Resulta que los leones, que vemos como reyes de la naturaleza, viven de fracaso en fracaso. Un renacuajo decide nacer antes de tiempo y arrojarse a un torrente para evitar que una avispa se lo coma antes de que él salga al mundo. Los solitarios leopardos de las nieves pueden no encontrarse nunca unos con otros, pero se dejan mensajes olfativos en las rocas. Hay una ranita que se protege con su transparencia: su depredador ve a través de ella como si ella no existiera.
No solo a través de las fábulas, con palabras, enseñan los animales, sino también a través de su vida real. Enseñan en primer lugar sobre el gran esfuerzo que implica vivir, y hacen sentir lo bueno que debe de ser vivir, ya que requiere de tantos esfuerzos. Enseñan, por eso, a sentir gratitud. Y hacen que uno se pregunte sobre la cantidad de cosas que el hombre tiene que aprender con el único fin de estar vivo y presente, como un animal.
*Descubra más recomendados de Carolina Sanín en nuestra edición impresa de marzo de 2017.