23 de noviembre del 2024
Juan Osorio y su hijo momentos antes del ataque ocurrido en Niza, Francia.
Juan Osorio y su hijo momentos antes del ataque ocurrido en Niza, Francia.
15 de Julio de 2016
Por:
Catalina Barrera

Juan Osorio, un antioqueño radicado en Niza que presenció el ataque terrorista del pasado 14 de julio, le narró a Revista Credencial lo que vivió.

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El ataque en Niza visto por un colombiano

Mi esposa, mi hijo (de seis años) y yo fuimos el 14 de julio a la playa a celebrar el Día de La Bastilla, la fiesta nacional de Francia. Nos ubicamos, como todos, en el Paseo de los Ingleses, un bulevar que se extiende siete kilómetros de oriente a occidente en el Golfo de Niza, justo entre la playa y la calle, mirando hacia el mar, donde comenzaría en breve el tradicional espectáculo de los juegos pirotécnicos. El sitio estaba lleno de gente. Los fuegos de París el 14 de julio son los más bonitos del mundo, así que en las otras ciudades también tratan de hacerlo igual. Niza no fue la excepción. Apagaron las luces de la calle y, en la oscuridad, nos pusimos a ver hacia el barco desde donde se lanzaba la pólvora, a observar el espectáculo.

 

El esquema de seguridad no era fuerte. Había policías y ejército pero era un evento abierto. Cuando el certamen terminó, nos dispusimos a volver a casa. Dejamos atrás el bulevar, cruzamos la avenida y caminamos hacia el centro, alejándonos de la playa. Muchas familias hicieron lo mismo, pero mucha gente se quedó en el Paseo a disfrutar de un concierto.

 

De pronto empezamos a ver gente que corría hacia todas partes y gritaban. Llegaron bomberos y policías. Hasta helicópteros aparecieron en el lugar. Como a 200 metros de donde nos encontrábamos, algo parecía haber sucedido. La multitud entró en pánico. Todos corrían y nadie entendía nada. Entre los gritos de terror, también escuchamos especulaciones. De una, pensé que era un atentado terrorista de ISIS. Después de lo que pasó con Charlie Hebdo, ya uno piensa eso. La gente decía que había varios terroristas en el viejo Niza, que había gente secuestrada en un hotel.

 

Yo alcé a mi hijo y salí corriendo con mi esposa hacia el interior de la ciudad. Rogaba que no le fuera a pasar nada a mi hijo y, mientras tanto, me acordaba de la Medellín de los años ochenta en la que crecí. Vimos un edificio de apartamentos con la puerta abierta y entramos allí. Otros vieron lo que hicimos y nos siguieron. Esa gente subió a otros pisos, nosotros nos escondimos en el primero, detrás de la escalera. Mi hijo pensó que era un juego porque vio a los demás escondidos. Mi esposa estaba aterrada, no creía nada de lo que pasaba. Afuera aún había mucha gente que corría.

 

Nos quedamos como dos minutos, hasta que alcanzamos a escuchar a los que habían estado más cerca del atentado. Dijeron que había sido un camión. Luego hablaron de unos tiros y decían que la Policía lo había dado de baja. Caí en la cuenta de que nosotros oímos esos tiros, pero los confundimos con los fuegos. Finalmente, supimos lo que pasó: un camión se montó en el bulevar y atropelló a todo el que pudo. La gente corría y gritaba, y yo seguía escuchando: “¡ataque terrorista!”. Pensé que el edificio no era seguro, temíamos que pasara algo, que se desatara otro atentado. Lo mejor era llegar lo más rápido posible a casa, que no era muy lejos.

 

Cuando llegamos, vimos las imágenes en los noticieros, había un panorama más claro. Los helicópteros que trasladaban a los heridos y el ruido de las ambulancias se oyeron hasta las 2 de la mañana. Hoy (15 de julio) nos despertamos y el Paseo de los Ingleses amaneció cerrado. Las vías alternas también. Nosotros nos tuvimos que ir. Hoy no fui a trabajar, las empresas también están buscando a sus empleados. A nosotros nos tocó enviar un mensaje diciendo que estábamos seguros con nuestras familias. Lo peor de la situación es que ahora pienso que cualquiera puede hacer lo que hizo ese hombre. Hoy estamos jugando futbolín con mi hijo, pero habríamos podido estar muertos. En Francia el 30% de la población es de origen magrebino. Uno camina por la calle con miedo. Ya no es lo mismo de antes. Miro hacia todas partes e imagino que cualquiera que esté al lado mío puede ser un terrorista.