30 de diciembre del 2024
 
Soledad Acosta de Samper, 1833-1913. Óleo sobre lienzo de Rafael Díaz Picón, Academia Colombiana de Historia.
Agosto de 2016
Por :
Luz Hincapié es Master en Literatura Poscolonial, Universidad Wollongong, Australia. Estudios Interculturales, Simon's Rock College of Bord. Profesora, Universidad Externado de Colombia

SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER EN EL CUARTO CENTENARIO DE AMÉRICA

En octubre de 1892 se conmemoró en España el cuarto centenario del descubrimiento de América con una serie de exhibiciones y conferencias en Huelva y Madrid. Entre los intelectuales que representaron a América Latina estaba la escritora e historiadora Soledad Acosta de Samper (1833-1913) como delegada de Colombia para este y otros eventos que hacían parte de la conmemoración. Acosta de Samper, hija única del general de la independencia e historiador Joaquín Acosta1 y la británica Carolina Kemble, tuvo una educación excepcional, dedicándose a escribir y a impulsar una mejor educación para la mujer. Su compilación bibliográfica arroja más de 190 textos entre novelas, cuentos, ensayos, artículos periodísticos, textos históricos, obras de teatro y relatos de viaje, además de traducciones de obras del inglés, el francés y el alemán. Entre sus contribuciones se encuentran también cinco periódicos2 que editó y dirigió específicamente a las mujeres, con artículos que iban desde explicaciones del evangelio y biografías de santas y reinas hasta textos sobre la educación de los niños. Adicionalmente, Acosta de Samper colaboró en La Prensa, La Ley, La Unión Colombiana, El Deber, El Mosaico, Biblioteca de Señoritas, La Nación y El Eco Literario, así como en diversas publicaciones extranjeras. A pesar de su impresionante producción literaria - superada en su tiempo solo por la de su esposo, José María Samper - fue una figura relativamente desconocida hasta hace poco, al surgir interés académico en su trabajo, señalado como ‘feminista’.

La carrera de escritora de Acosta de Samper inicia con la publicación de su libro de viaje Recuerdos de Suiza (1859) y su primera obra importante, Novelas y cuadros de la vida sur-americana, (1869) apareció como una serie de novelas e historias cortas publicadas inicialmente en periódicos bogotanos bajo diversos seudónimos.3 Después de la muerte de su esposo en 1888 (seguida de la muerte de dos de sus cuatro hijas), Acosta de Samper se instala en París, desde donde viajará a España en calidad de delegada de Colombia a la conmemoración del cuarto centenario; los dos tomos de Viaje a España en 1892 son fruto de esta experiencia.4 Acosta de Samper continuó escribiendo (textos históricos, en particular), hasta su muerte, el 17 de marzo de 1913, dos meses antes de su cumpleaños 80.

Viaje a España, narrado con una voz objetiva e impersonal al describir lugares o relatar acontecimientos históricos (que acompaña de citas de viajeros e historiadores), revela a Acosta de Samper como viajera erudita, conocedora de la historia local, la cual le parece, hasta cierto punto, propia: “me parecía soñar cuando resonaban en mi oído esos nombres históricos que evocaban tantos hechos magnos de nuestros antepasados” [I,104].

La autora, acompañada por su hija menor, inicia su relato desde la entrada en tren por Francia el 9 de septiembre, hasta cruzar la frontera francesa nuevamente el 19 de noviembre de 1892, ya concluidas las actividades de la conmemoración. El recorrido previo a las “fiestas” del cuarto centenario del descubrimiento es extenso: San Sebastián, Bilbao, Burgos, Valladolid, León, La Coruña, Santiago, Madrid, Córdoba, Granada y Sevilla y finalmente, Huelva.

A la izquierda: Soledad Acosta de Samper, Colección J.J. Herrera, Biblioteca Luís Ángel Arango. Al centro: Inaguración de la Exposición Histórica-Americana de IV centeneraio de América, el 12 de octubre de 1892, por la reina María Cristina de Habsburgo, acompañada por los reyes de Portugal, Luis I de Braganza y María Pía de Saboya. A la derecha: Biblioteca Luis Ángel Arango. 

 

“Pero hay en Santiago costumbres que chocan al extranjero y que afean los hermosos monumentos artísticos que allí se encuentran, y es la espesa capa de polvo que todo lo cubre, la basura é inmundicia que impide paso, el hábito arraigado de no barrer jamás, y la multitud de mendigos, que son más numerosos aún que en las Castillas. Estos asaltan al viajero á cada paso, le interrumpen, le importunan, le asedian, le interpelan, le apremian, le tienden las manos, le dan voces y se interponen entre él y cada objeto que quiere contemplar; le siguen y rodean, le llaman por todas partes, se presentan á la vuelta de cada esquina, le impiden la entrada de las iglesias y le quitan el placer que le causa recorrer aquella curiosísima ciudad.” (I, 154)

El primer tomo relata (en veinte capítulos) el camino hasta Córdoba, refiriendo en detalle los sitios por donde pasa: el Santuario de Loyola, la ciudad de Burgos y su catedral, el museo de Valladolid y las obras de Rubens, Velásquez y Murillo que contiene, La Coruña y su importancia como punto de partida de las expediciones colonizadoras que poblarían América e incluso la de “el Barón de Humboldt con Bonpland para visitar la América del Sur al principiar el mes de Junio de 1799” [I, 130]. Para Acosta de Samper cada ciudad importante es ante todo un lugar histórico y un compendio de instituciones enraizadas con el poder y el esplendor de la vieja España: catedrales, universidades, conventos, hospitales y museos. Este reconocimiento tiene además un fuerte tinte didáctico, al creer Acosta de Samper que la historia es “una ciencia que cada día debe considerarse más importante, no solamente porque registra los hechos pasados sino porque es la clave de los hechos presentes” [I, 217].

Ejemplo de lo anterior es su reseña de la historia de las conquistas de Galicia por fenicios, cartagineses, romanos, visigodos, árabes y normandos, así como sus capítulos sobre Santiago de Compostela, la “Jerusalén de occidente”. La historia del santo apóstol es narrada desde la edad de Cristo y culmina con una detallada descripción de los edificios importantes para el culto cristiano, así como el Hospital Real del seminario, las universidades y el Colegio de Medicina. Afirma Acosta de Samper: “si nos detenemos más tiempo en Santiago de Compostela, si me complazco en describir aquella ciudad y sus monumentos y tradiciones, es porque allí, más que en ninguna otra parte, encontré viva á la verdadera España de la Edad Media. Allí pude contemplar aquella civilización nacida de la fe cristiana” [I, 198]. La fe cristiana, inspiradora de antiguas hazañas y guía para las naciones contemporáneas, es lo que Acosta de Samper busca y admira en este viaje, por lo que el texto se concentra en “mostrarle” los iconos del catolicismo a sus lectores.

España, aunque cuna del cristianismo tiene una posición ambivalente en el discurso de Acosta de Samper, quien al apoyarse sobre el conocido eje civilización-barbarie, hace que España ocupe cualquiera de los dos lados, según el tema: “a cada paso … nos encontramos con recuerdos de la ausente patria, y no podemos negar que somos hijas legitimas de la Península ibérica, no solamente por los defectos de que adolecemos, sino también por las cualidades que hemos heredado de nuestra madre” [I, 216]. Entre los defectos, Acosta de Samper evoca las calles de Bogota al observar el mal estado de los empedrados madrileños, aunque opina que los caminos reales y la arquitectura de las casas son superiores en España. Igualmente, afirma que alcoholismo no fue heredado de los españoles sino de los “aborígenes del Nuevo Mundo”, lo que impidió el arraigo de la civilización.

Colombia es sin embargo más avanzada en materia de modales, como se desprende de sus observaciones durante un espectáculo de zarzuela: “Esto … me probó que en Bogotá hay más cultura y buena crianza…. Debemos aquí hacer justicia á América; y si no dejo de señalar los defectos propios y heredados de que adolecemos, tampoco debo dejar pasar las cualidades que tenemos en las Repúblicas del Nuevo Mundo” [I, 231]. Acosta de Samper ve a Colombia como una “hija” rescatada del salvajismo por una España ahora atrasada en relación a otros países europeos (principalmente Francia e Inglaterra, nuevos modelos de desarrollo político y económico para las nuevas naciones)5 y en ocasiones, atrasada incluso en relación a las ex-colonias americanas.

En el segundo tomo (catorce capítulos), donde se relata el recorrido de Granada a Sevilla, las viajeras pasan por Santa Fe, población que evocara Jiménez de Quesada al bautizar la capital de la Republica, y donde se realiza una indispensable visita al archivo de Indias. Ya en Huelva, (6 de octubre) y a tiempo para los preparativos del cuarto centenario, Acosta de Samper visita el monasterio de La Rábida, dando pie para un largo recuento de los preparativos de Colón antes de su primer viaje cuatro siglos atrás.

Es allí donde sesiona del 8 al 10 el IX Congreso Internacional de Americanistas, donde se presentaron memorias históricas, arqueológicas, antropológicas y etnográficas relacionadas con el nuevo continente y donde ella presentó dos escritos. La emoción crece con la llegada de la corte real a Huelva y con la posterior declaración de la Reina Regente Cristina del 12 de octubre como fiesta nacional en España; a la clausura del Congreso, Acosta de Samper tendrá la memorable oportunidad de intercambiar felicitaciones y agradecimientos con la Reina Regente.

La viajera debe regresar seguidamente a Madrid, para participar en la quinta sesión del Congreso Pedagógico Hispano-Lusitano-Americano, “Concepto y límites de la educación de la mujer y de la aptitud profesional de ésta”, cosa que la entusiasma, ya que “siempre me he interesado en estos asuntos, y bien sabido es en Colombia cuánto he trabajado, en la medida de mis escasas fuerzas, para que la MUJER obtenga entre nosotros una educación adecuada á su inteligencia y sus aptitudes” [II, 156].

A la izquierda: Emilia Pardo Bazán (1852-1921). Al centro: Pieza del tesoro quimbaya regalado a España en 1892. A la derecha: Pieza del tesoro quimbaya regalado a España en 1892.

 

Acosta de Samper sufrirá sin embargo un desencanto al ver la oposición del público a la ponencia de Emilia Pardo Bazán (1852–1921) sobre el derecho de la mujer a desempeñar cargos públicos. Comenta la respuesta de una maestra de escuela:
Dio á entender que la mujer sólo valía por sus encantos físicos, y que era preciso dejarle todo trabajo intelectual al varón, rey del universo. Semejantes conceptos, que en otros países hubieran sido acogidos con indiferencia como vulgaridades pasadas de moda, produjo entusiasmo loco entre los oyentes masculinos y aun entre muchas de las damas allí presentes. [II, 158]

Su indignación crece con el aplauso del público y la intervención de un rector de universidad, quien intenta comprobar la “inferioridad física de la mujer”, “¡Como si la organización corporal de ésta tuviese algo que ver con su parte moral y con sus dotes intelectuales!” [II, 159]. Cuando llega su turno, siente temor, aunque sus ideas sobre la educación profesional de la mujer son más moderadas que las de Pardo Bazán.

Entre los últimos eventos del cuarto centenario está el Congreso Literario, en el que participaron figuras como Rubén Darío y Juan Zorrilla de San Martín, así como Ricardo Palma, quien defendió la inclusión de palabras de uso común en Perú en el fortín de la “lengua española”. Acompañaban el Congreso exposiciones de historia y artes para las cuales se le solicitaron a las repúblicas del Nuevo Mundo colecciones de objetos etnográficos que posibilitaran la comparación entre pueblos de ambos lados del Atlántico en la era previa al descubrimiento. Acosta de Samper hace mención de las exhibiciones de los Estados Unidos y de México, pero afirma que la colombiana era la que más objetos de valor tenía, al tratarse de la entonces recién descubierta colección de 122 piezas de oro indígena conocida como el tesoro quimbaya, que el presidente Jorge Holguín obsequió a España en agradecimiento por la posición favorable que tomó en la disputa sobre la frontera en la Guajira y el Orinoco,6 y que Acosta de Samper califica como muestra de “afecto filial”. La reina Cristina, al recibir el legendario tesoro en la apertura de la exposición del 11 de noviembre, exclamó: “Yo siempre creí que vuestro país era fabuloso en bienes artísticos, pero veo que lo es aún más en la nobleza e hidalguía de sus gentes.”

El texto de Soledad Acosta de Samper concluye con otras tantas descripciones: el Museo Nacional, Toledo, Alcalá de Henares (sitio de nacimiento de Cervantes), el encuentro con Concepción Jimeno de Flaquer (escritora española igualmente preocupada por temas de la mujer), y los últimos eventos del centenario como la cabalgata histórica donde se hace una rendición de La Rábida, las tres carabelas, los Reyes Católicos y el descubrimiento de América clausurando con la procesión de una tropa de caciques indios con sus plumas, armas y “vistosos atavíos”. Después de dos meses y medio de viaje, la autora nos deja un interesante recordatorio de lo que fue la última vez que el evento se “celebró” con poca crítica contrastando la quinta conmemoración que cuestionó más adecuadamente el legado de la conquista.

Referencias

1 En 1901, Acosta de Samper publicó la biografía de su padre, Biografía del General Joaquín Acosta. Prócer de la Independencia, historiador, geógrafo, hombre científico y filántropo. La contribución de éste a la historiografía colombiana es el famoso Compendio histórico del descubrimiento y colonización de la Nueva Granada en el siglo decimosexto.

2 La Mujer (magazín quincenal dirigido por mujeres que apareció entre septiembre de 1878 y mayo de 1881), La Familia, El Domingo de la Familia Cristiana, Lecturas para el Hogar, y El Domingo.
3 La escritora usó diferentes seudónimos al escribir, por ejemplo, S.A.S (sus iniciales), Aldebarán, Bertilda, Olga, Andina y Renato.
4 Tomo I, Bogotá: AM Silvestre, 1893 y Tomo II, Bogotá: Imprenta de La Luz, 1894. Se ha conservado la ortografía original en todas las citas.
5 José María Samper, esposo de la autora escribió el famoso “Ensayo sobre las revoluciones políticas y la condición social de las repúblicas colombianas (Hispano-Americanas)” donde analiza los aspectos negativos del legado español. Véase Jaime Jaramillo, El pensamiento colombiano del siglo XIX (Bogotá: Temis, 1974:pp. 64-66).
6 Véase “Oro colombiano en manos extranjeras” por María Elvira Bonilla en Boletín Cultural y Bibliográfico. No. 3, Vol. XXII, 1985.