21 de diciembre del 2024
 
Portada de Escuela de las señoritas o cartas de una madre cristiana a su hija…, traducidas al español por don Christóbal Manuel de Palacio y Viana. Madrid, don Joachín Ibarra, impresor de Cámara de S. M., 1784. Colección Particular.
Enero de 2013
Por :
Luz M. Hincapié. PhD en estudios de género y estudios culturales, Universidad de Sídney

AMOR, MATRIMONIO Y EDUCACIÓN LECTURAS PARA MUJERES COLOMBIANAS DEL SIGLO XIX

El porvenir de la sociedad… se halla en manos de la mujer, y ella será el agente de la revolución moral que hace tiempo empezó y que aún no ha concluido.

En el siglo XIX proliferaron cartillas y manuales de conducta dirigidos a las mujeres –niñas, señoritas, esposas, amas de casa– donde se les  aconsejaba, entre otras cosas, hablar poco, desconfiar de sí mismas, ser modestas, cultas y discretas y, sobre todo, no exhibir sus conocimientos. Estos manuales de conducta y colecciones de consejos para mujeres, que pasan de Europa y Estados Unidos a Latinoamérica, se convirtieron en fuentes primarias para la educación de la mujer. Algunos ejemplos son el célebre “Consejos a una niña” (1878) de José María Vergara y Vergara (1831-1872), y los “Consejos a las señoritas” publicados por la escritora decimonónica, Soledad Acosta de Samper (1833-1913), en su revista La Mujer, lecturas para las familias (1879-1881)2.
Otra obra, Consejos a Angélica (1887) de la poeta Silveria Espinosa de Rendón (1815-1886), definía los preceptos por seguir para llevar una vida cristiana. Estos textos evidencian la preocupación por la educación moral y religiosa de las niñas, así como por su higiene corporal, preocupación que ya se registraba desde comienzos del siglo con el Catecismo de urbanidad (1833) de Rufino Cuervo, donde decía que “la educación de las niñas exige hoy, más que en otro tiempo, una atención especialísima”3.

I. Entre pecadora y santa

En estos textos, la niña que enfrentaba la etapa de transición a mujer adulta, encontraba normas estrictas que  le indicaban lo que debía ser su conducta en la adultez. Estas normas delimitaban e intentaban controlar el  mundo femenino desde la esfera privada, en el dominio de su hogar, hasta el contacto con el exterior, con lo público. La creencia en la “debilidad femenina” hacía indispensable tal control para que la mujer, quien se suponía sucumbía fácilmente ante el mal, fuera dirigida por el buen camino: “si la mujer era constitutivamente  más débil, se convertía en el terreno abonado en el que podía actuar con más libertad el demonio”4. Esta   creencia llegó cuando el colonizador trajo al nuevo mundo una imagen de la mujer fundamentada en un  profundo temor mágico pre-cristiano que luego se erigió sobre dos figuras cristianas: Eva y María.

Album literario o colección de chistes, agudezas i bellas artes. Bogotá, imprenta de " El Mosaico", 1860.Eva se  convirtió en la explicación mítica del mal, por lo que se asumió que las mujeres eran seres oscuros que, aunque aparentaban ser buenas, eran coquetas, traicioneras y superficiales5. Por otro lado, la Virgen María se  convirtió en la imagen de la mujer redimida que era vehículo de la salvación humana. El culto medieval a la  Virgen María se materializó en detrimento de su sexualidad y se plasmó en América Latina durante el siglo  XIX. El matrimonio se transformó en el único espacio para la sexualidad procreativa de la mujer y la virginidad antes de este, en su mayor virtud. Asimismo, en el siglo XIX la mujer fue representada, tanto en arte como en literatura, siguiendo estos paradigmas, estimulándola a ser sumisa, obediente, fiel a Dios, al padre, al esposo;  en otras  palabras, al modelo patriarcal. terializó en detrimento de su sexualidad y se plasmó en América  Latina durante el siglo XIX. El matrimonio se transformó en el único espacio para la sexualidad procreativa de  la mujer y la virginidad antes de este, en su mayor virtud. Asimismo, en el siglo XIX la mujer fue representada, tanto en arte como en literatura, siguiendo estos paradigmas, estimulándola a ser sumisa, obediente, fiel a Dios,  al padre, al esposo; en otras palabras, al modelo patriarcal.

II. La buena crianza de la niña cristiana

El texto de Vergara y Vergara muestra el modelo mariano que la niña cristiana debía seguir: humilde,  pudorosa, laboriosa, obediente, fiel y resignada como la Virgen María al sufrir. Con una detallada lista, el  escritor refiere una serie de prohibiciones cuya trasgresión serían la perdición de la inocente. No debe ir al Portada del libro La educación de las hijas de familia y estudios que convienen a las mujeres en el mundo, de Monseñor Dupanloup, obispo de Orleans. Barcelona, establecimiento tipográfico de los sucesores de N. Ramirez y Cía., 1880. Colección Particular.baile, pues ni el encaje ni el pudor de la niña saldrían ilesos de allí; no debe tener el pecho descubierto, pues la tisis y las miradas de los hombres no lo perdonarían, ni debe exhibirse en su balcón; no debe leer novelas ni  tener amigas íntimas (tanto las novelas como las amigas pueden afectar su manera de pensar); no debe mostrar  superioridad ni talento; no debe dar prioridad a su peinado ni a su vestido6.

Estas prohibiciones manejan tanto el espacio físico, como el cuerpo y el intelecto de la niña. Delimitan el espacio por donde puede moverse siendo el “silencio del hogar” el espacio adecuado, mientras que el baile y el balcón la exponen al mundo de afuera, potencialmente peligroso. El cuerpo es también intervenido mediante las recomendaciones de lo que debe vestir; blanco para mostrar la pureza del corazón, lino para mostrar su discreción por ser de poco valor7.

Mientras los consejos de Vergara y Vergara demarcan la vida práctica de la niña, los de Silveria Espinosa de Rendón se preocupan por la vida espiritual de Angélica, a quien la autora quiere mostrar las “bellas dotes” con que Dios ha enriquecido el alma de la niña cristiana: conocer a Dios, el don de la fe, la esperanza cristiana, el  amor a la verdad y a la virtud que no radica en el conocimiento, sino en el amor a Dios8. La niña debe dedicarse solo a los deberes con los padres y la sociedad y a conocer a Dios, único que puede concederle la sabiduría para proceder en las diferentes circunstancias de la vida. Espinosa de Rendón agrega también una recomendación en contra de la lectura, pues los malos espíritus se pueden esconder tanto en conversaciones como en libros y periódicos9.

La prohibición de la lectura resulta del hecho de que las señoritas acomodadas de la época tenían mayor  acceso a periódicos y libros, pero también a productos europeos: novelas, así como artículos de belleza e  higiene. Mientras el consumo de estos se extendía, también aumentaba la preocupación por el exceso de  vanidad de la mujer y por lo  que leía. La preocupación por la exposición de las mujeres a lecturas, filosofías y tendencias europeas se encuentra también en el artículo de Acosta de Samper “Misión de la escritora en  Hispano- América”, en La Mujer en la sociedad moderna (1895), donde advierte sobre la importación de  Ayguals de Yzco, Wenceslao. La risa, enciclopedia de extravagancias. Bogotá, Imp. de Francisco Torres Amaya, 1852.“malas costumbres europeas”. Allí se evidencia, además, una aversión a las novelas sentimentales y románticas, pues no enseñaban a la mujer a enfrentar la realidad.

III. Guardiana de la moral

Las conductas de las mujeres de otra clase social y de otra raza eran menos discutidas, aunque algunos  escritores sí se planteaban la idea de la educación de las mujeres de la clase obrera como lo hizo Acosta de Samper en su periódico La Mujer, donde recomendaba que Colombia abriera escuelas técnicas, de artes y oficios para ellas. Como se creía que la mujer era la guardiana de la moral, se tenía que pensar primero en enseñarle a leer y escribir para que pudiera promover los buenos modales e higiene que estipulaban los  manuales de la época. Los primeros colegios para mujeres pretendían inicialmente educar a la mujer para que fuera tan solo mejor ama de casa; para que, responsable de su hogar y de la educación de sus hijos, pudiera hacer esa labor más eficazmente. Así, por ejemplo, fuera de urbanidad y buenos modales, debían tomar clases de religión, economía doméstica e higiene además de geografía, historia, gramática, ortografía y caligrafía10.

Eventualmente se pensó en la capacitación de la mujer para el trabajo fuera del hogar, en particular cuando la situación económica lo ameritara, pero siempre y cuando esta actividad fuera respaldada por una educación religiosa. Así, se abrieron campos de actividad económica aceptables para la mujer, como la docencia y la caridad, que correspondían en parte con su labor educativa en el hogar y con su compromiso religioso. A Portadas del periódico literario Biblioteca de Señoritas, 1858. Colección Academia Colombiana de la Lengua y Biblioteca Nacional de Colombia.medida que el espacio público se abría para las mujeres, estas quedaban más expuestas a los peligros mundanos, por lo que era más necesario que nunca escribir manuales y cartillas de conducta además de guías espirituales.

IV. El trabajo como opción

Más allá de dar consejos prácticos para la economía del hogar, la educación de los hijos y el cuidado personal, al que se dedicó el conjunto de manuales y prensa dirigida al “bello sexo”, las publicaciones de Soledad Acosta de Samper se preocupaban también por mostrar maneras de vivir donde la mujer pudiera, además de ser madre y esposa, tener una profesión. En sus escritos, Acosta de Samper intentaba mostrarle a la mujer que no tenía opción de matrimonio o cuyas opciones eran limitadas, “que el  dicha de la mujer, que si no ha encontrado un hombre virtuoso para casarse pueda subsistir por medio de labores honradas” y poder así “rechazar al hombre vicioso, egoísta, de mal carácter y malo”11.

Con este objetivo en mente, Acosta de Samper escribe su texto La mujer en la sociedad moderna en donde quiere mostrar:
ejemplos de mujeres que han vivido para el trabajo propio, que no han pensado que la única misión de la mujer es la de mujer casada, y han logrado por vías honradas prescindir de la necesidad absoluta del  matrimonio, idea errónea y perniciosa que es el fondo de la educación al estilo antiguo. ¡Cuántas mujeres desdichadas no hemos visto, solamente porque han creído indispensable casarse á todo trance para conseguir un protector que ha sido su tormento y su perdición! ¿No es acaso suficiente protección para una mujer la virtud, unida al amor al trabajo, á la laboriosidad?12

Enumerando a mujeres educadas, eruditas, profesionales e independientes de todo el mundo, la autora ilustra, educa e incita a sus conciudadanas a pensar en otra opción de vida en la cual pueda subsistir y ser dichosa por medio del trabajo honrado, sea o no casada. Es así como los escritos de Acosta de Samper se salen de la norma en tanto alentaban a las mujeres a salir a la esfera pública armadas con profesiones propias. Sus escritos también se alejan del esquema que presentaban los manuales, al otorgarle mayor importancia al  intelecto y a las capacidades racionales femeninas, así como a reconocer su derecho a decidir su destino.

Referencias

  1. Acosta de Samper, Soledad. La mujer en la sociedad moderna, París, Garnier, 1895, p. vii.
  2. Posteriormente Acosta de Samper reunió sus “consejos” en el libro Consejos a las mujeres, París, Garnier, 1896. Acosta de Samper es una figura clave en los estudios sobre la mujer del siglo XIX colombiano por su producción prolífica y por su interés en la condición y educación de la mujer, reflejado en su obra así como en los cinco periódicos que dirigió a la mujer.
  3. En la versión revisada de 1853, José Rufino Cuervo. Breves nociones de urbanidad. Bogotá, Francisco de Torres Amaya, p. 3.
  4. Borja, Jaime Humberto. “Sexualidad y cultura femenina en la colonia: prostitutas, hechiceras, sodomitas y otras transgresoras”, en Velásquez Toro, Magdala (ed.). Las mujeres en la historia de Colombia, Tomo III, Bogotá, Norma, 1995, pp. 49- 50.
  5. Bermúdez, Suzy. El bello sexo: la mujer y la familia durante el Olimpo Radical, Bogotá, Uniandes,
    1993, p. 107.
  6. Vergara y Vergara, José María. “Consejos a una niña”, en Las tres tazas y otros cuadros, Bogotá,
    Minerva, 1936 [1878], pp. 139-141.
  7. Ibíd., p. 140.
  8. Espinosa de Rendón, Silveria. Consejos a Angélica: obra dedicada a las niñas cristianas, Bogotá, Imprenta de Silvestre, 1887, p. 47.
  9. Ibíd., p. 12.
  10. Bermúdez, p. 119.
  11. Acosta de Samper, La mujer en la sociedad moderna,pp. ix-x.
  12. Ibíd., p. ix.