21 de noviembre del 2024
 
Salvador camacho roldan, notas de viaje
Agosto de 2016
Por :
Credencial Historia

LA CUARTILLA DEL LECTOR EDICIÓN 215

Salvador Camacho Roldán (1828-1900), fue un eminente intelectual, jurista, periodista, político y fundador de la sociología en Colombia. En sus viajes fue un observador cuidadoso de las costumbres del país en la segunda mitad del siglo XIX. A su paso por Ambalema, que había gozado del auge en el cultivo y las exportaciones de tabaco, dejó este testimonio de la catástrofe que a esa población causó el monopolio del tabaco y la embriaguez de los trabajadores de esos cultivos. El lector de Credencial Historia, Santiago Soto, envió este relato::

"La segunda es una enfermedad crónica en casi todo nuestro país, pero que en ninguna parte había presentado caracteres tan agudos como en el Tolima, y especialmente en Ambalema: la embriaguez. El aguardiente de caña es la bebida popular de nuestras poblaciones de tierra caliente, y el abuso de ella alcanza ya las proporciones de una cuestión social de primer orden; pero en ninguna parte ha presentado la intensidad que desplegó en aquella comarca, de 1850 a 1870, cuando la abolición del monopolio levantó el precio del tabaco en rama, de $0-90 a $5 o $6 la arroba. , y cuadriplicó casi de un golpe la tasa de los jornales. Ya no se bebía el aguardiente de caña, sino coñac, ginebra y otros licores extranjeros, a precios altos: tampoco se le tomaba en dosis pequeñas de cinco centilitros a lo más, como de antaño, sino en vaso y aun en totuma. La perversión del vicio fue más lejos todavía: ya no se quería beber el licor puro y sin mezcla, sino una combinación extraña de licores y vinos: de aguardiente, brandy, vino tinto, de Málaga y de Oporto, con el nombre calumnioso de matrimonio, y después con el más expresivo y verídico de tumbaga. La noche del sábado presentaba en las calles de Ambalema el teatro de la más espantosa orgía. Por todas partes mesas de juego: en gran número de casas bailes de lechona, de esos que la tradición ha bautizado con el nombre expresivo de candil y garrote; en todas las esquinas, corrillos de tiple y bandola, rodeados de gran círculo de cosecheros y alisadoras, que celebran con grandes risotadas canciones obscenas. Recuerdo haber oído en uno de ellos a un mecachifle o buhonero, que por lo visto debía de ser casado y padre de familia, algo más cargado de alegría de lo necesario, cantar con voz ya agonizante de caña rajada, esta estrofa, fiel traducción del sentimiento dominante en la multitud:

¡Quién fuera libre y soltero,
Señor de su voluntá,
Pa tunar toda la noche
Al uso é Jatativá

La fiesta duraba hasta el amanecer, para recomenzar el domingo, después de misa, hasta las cuatro o las cinco de la tarde, hora en que los cosecheros tomaban la vuelta de sus campos, provistos de un mercado semejante al que un antiguo jefe de la Independencia censuraba por demasiado gasto en pan, al ordenanza, que le avisaba llevar para la campaña nueve pesos y medio de aguardiente y cinco reales en pan.

Toda la labor de varios meses de trabajo asiduo, era consumida en un día, y lo que es más lastimoso aún, a las veces en compañía de las mujeres y los hijos. No hubo una Caja de Ahorros que tratase de hacer siquiera menor el desastre, ni una autoridad que persiguiese los juegos y pusiese algún freno a la prostitución, ni un ministro del Evangelio que levantase la cruz e hiciese oír palabras de temperancia y dominio sobre las pasiones en medio de esa multitud desenfrenada! Nada quedó de esa prosperidad pasajera sino el dolor de haberla perdido. Era imposible que, dadas esas condiciones iniciales, se pudiese combatir contra un tropiezo en el camino industrial. 

Salvador Camacho Roldán. Notas de viaje. Colombia y Estados Unidos de América. Bogotá, Librería Colombiana Camacho Roldán y Tamayo, 1890. pgs. 74-76.