CASAS INGLESAS EN BOGOTÁ
Los nuevos barrios que comenzaron a surgir en Bogotá a partir de los inicios del siglo XX evidencian la necesidad de progreso, cuando la ciudad tuvo que superar los límites que la estrechaban y le causaban infinidad de problemas, especialmente debidos a la densidad habitacional y las condiciones críticas de salubridad que la afectaban. La sociedad estaba cambiando y una élite conformada principalmente por nuevos empresarios que negociaban nacional e internacionalmente, en parte, había reemplazado a la tradicional clase alta que se diferenciaba de los demás por la raza y el linaje, aunque realmente no todos fueran ni tan blancos ni tan nobles.
El país comenzaba lentamente a progresar y la etapa de transición hacia la sociedad moderna fue larga y dificultosa pues, por largo tiempo convivieron las formas de vida y de producción tradicional con el desarrollo impulsado, particularmente, por la industria del café, con base en un sistema económico capitalista. El aumento progresivo de la población en Bogotá, por ser la capital, incrementó los problemas a nivel urbano y el costo de vida aumentó, básicamente por el precio de los productos de consumo. La necesidad de construir nuevas viviendas fue imprescindible y la ciudad estrecha estalló en busca de lugares para urbanizar.
A pesar de las diferencias sociales, en la ciudad del siglo XIX convivían todos en el mismo ambiente urbano, aunque, obviamente, las viviendas de las clases acomodadas reflejaban el nivel social de los propietarios, sin embargo, nuevas casas, grandes y confortables, con antejardines y jardines posteriores, que evidenciaron el cambio en la mentalidad y en las formas de vida de las familias de la élite del poder económico y político –de “los dueños del capital”–, comenzaron a construirse en los barrios que se desarrollaron en la primera parte del siglo XX en las afueras de la ciudad.
Casa en el barrio El Nogal. Foto Alberto Saldarriaga.
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Muchas de esas casas que caracterizan diferentes zonas históricas de Bogotá actualmente, se construyeron siguiendo parámetros de varios tipos y repertorios de arquitectura, pero predominan las que se conocen coloquialmente como “casas inglesas”. Se identifican fácilmente porque tienen rasgos comunes que recuerdan a la arquitectura histórica inglesa de diferentes periodos, como el uso del ladrillo a la vista combinado con la piedra, los arcos apuntados y Tudor en las entradas, las cubiertas muy inclinadas con tejas de arcilla, con buhardillas y altas chimeneas, en que la variedad de aparejos y trabas se aprovecha para crear formas particulares, y las ventanas tipo cajón-mirador que sobresalen de la fachada, llamadas bay-windows o bow-windows.
Otra característica que no siempre se mezcla con las anteriores y que aparece en muchas de estas casas que se construyeron principalmente en las décadas de los años treinta y cuarenta en Bogotá, es la aplicación parcial –porque no se construye toda la casa con esta técnica–, o simplemente formal, del sistema constructivo de entramado o paño de madera combinado con mampostería, conocido como timber frame en Inglaterra, de donde derivó a los Estados Unidos y demás colonias inglesas. Este tipo de construcción es muy antiguo y se usó en toda Europa, donde las edificaciones históricas con pan de bois –como se llama en los países de habla francesa–, que están en los centros urbanos y en el campo, se valoran y se protegen, pues en cada lugar comprenden que son documentos particulares del desarrollo de su propia cultura.
Casa en el barrio Teusaquillo y detalle de portada. Fotos Alberto Saldarriaga.
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Generalmente, las “casas inglesas” están elevadas del nivel del suelo para evitar problemas de humedad y tienen dos pisos y mansarda, aunque la estructura de madera de la cubierta frecuentemente no está a la vista. Los antejardines, casi siempre rebosantes de árboles y flores, están delimitados con muros bajos y rejas elaboradas, a veces en juego con la ornamentación de las ventanas, y dejan entrever las fachadas en las que contrastan el naranja del ladrillo con el color crema amarilloso de la piedra bogotana utilizada en los recuadros de puertas y ventanas, en las franjas verticales de las bow-windows, en las esquinas de los muros, en los elementos de remate, así como en las amplias portadas de entrada con puertas de madera tallada, que en algunos casos son antecedidas por atrios monumentales que les dan una impronta particular. El trabajo repujado del latón en los encuentros de canales y bajantes es otra característica de la ornamentación que identifica estas casas y llama la atención hacia arriba, a las cubiertas de tejas holandesas en las que avanzan las buhardillas y se elevan las chimeneas, tan particularmente trabajadas.
Detalles de la entrada de la casa situada en la diagonal 34a N°5ª 43 en La Merced, de una chimenea de Quinta Camacho y de canales y bajantes en la Casa Puyana en la Merced. Fotos Juanita Barbosa.
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Barrios como Teusaquillo, La Magdalena, La Merced, Quinta Camacho, El Nogal, El Retiro y Bellavista se desarrollaron principalmente con viviendas unifamiliares para personas que podían contratar un arquitecto, una firma o una compañía, que les diseñara y les construyera la casa de acuerdo con sus necesidades particulares y con las tendencias que se seguían. Varias firmas y empresas se especializaron en este tipo de casas y como es natural, cuando inicia una corriente todos quieren seguirla, entonces, aunque la arquitectura moderna comenzaba a aparecer en algunos edificios institucionales públicos, en las décadas de los años treinta, los cuarenta e incluso los cincuenta, la gente prefería que sus casas se parecieran y seguían los ejemplos que les gustaban y veían en la ciudad.
La fascinación por Inglaterra provenía, tal vez, de las relaciones comerciales y de intercambio con ese país en la segunda parte del siglo XIX que se incrementaron a comienzos del XX con el desarrollo de la industria, especialmente del café, e incluyeron a los Estados Unidos, cuya atracción también se dejó sentir. Las nuevas élites querían parecerse a los ingleses y asumir sus modas para diferenciarse de los demás, a tal punto que algunos de ellos, como Benjamín Moreno, que se había trasladado a Bogotá para dirigir la sede de la Compañía Colombiana de Tabaco en la capital, encargó a Londres el proyecto de su nueva casa de 1.500 m2 de área en el barrio La Merced aunque finalmente, según parece, el desarrollo a nivel ejecutivo estuvo a cargo de la firma de arquitectos chilenos Casanovas y Mannheim que trabajaba en Colombia desde 1928[1]. Fue una de las primeras casas que se construyeron en ese barrio localizado en la falda de la montaña, al sur del Parque Nacional, cuya vecindad seguramente complementó su calidad urbana y ambiental. Posiblemente es el barrio más homogéneo en cuanto se refiere al tipo de arquitectura, y seguramente, uno de los más conservados del patrimonio cultural bogotano a nivel de sector histórico, sin embargo, la mayoría de las casas tienen hoy usos educativos o institucionales, por tanto, se desocupa en las noches y los fines de semana.
Los empresarios y sus familias, en general las clases altas, viajaban al otro lado del Atlántico a Inglaterra, Francia y otros países, mandaban a sus hijos a estudiar a las universidades europeas y norteamericanas, y regresaban con ideas nuevas y costumbres foráneas que se adoptaron en el país. El chocolate de las onces se cambió por el té de las 5:00 y deportes como el polo se asumieron como “símbolo de modernización”[2]. Pensaban que la ignorancia del pueblo y las malas costumbres no dejaban progresar, por eso, decían que había que cambiar “los modos de vestir, de comer, de trabajar, de divertirse y de usar la ciudad”[3]. Costumbres arraigadas como el uso de la ruana y las alpargatas o el consumo de chicha eran inaceptables. Habían cambiado las expectativas y para la élite se volvió una necesidad tener viviendas confortables y lujosas, con los avances de la ciudad moderna que no todos podían tener en Bogotá, como el agua corriente, el alcantarillado, la luz, el teléfono y hasta la nevera, que llegó a mediados de los años treinta a Colombia.
Casa en el barrio La Merced. Foto Alberto Saldarriaga.
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Se construyeron casas con vestíbulos de entrada que repartían a las estancias, en que las escaleras de madera se convertían en protagonistas y eran realzadas con ventanas verticales con vitrales; amplios salones de recibo y estudios acogedores y cálidos en los primeros pisos, que se amoblaban con elegancia y se decoraban con piezas exclusivas traídas de otros lugares, donde se hacían reuniones íntimas entre amigos, o grandes recepciones con la sociedad bogotana que frecuentaban. El comedor con las paredes enchapadas en madera y el cielo raso en yeso con decoraciones geométricas o florales, donde se disponía la larga mesa, posiblemente para doce comensales, se comunicaba con la cocina a través del office, el espacio con alacenas y mesa de servicio auxiliar para acomodar los platos antes de servirlos. No faltaban los garajes, cuando no eran muchos los carros que circulaban por la ciudad[4], y el personal de servicio tenía suficientes espacios.
La vida privada se concentraba en el segundo piso con alcobas para todos los miembros de la familia, ámbitos de estar y quehaceres y cuartos de baño que antes no existían. Mansardas acogedoras para los juegos de los niños, que aprovechaban las altas pendientes de las cubiertas, se asomaban al exterior y se iluminaban con buhardillas grandes y pequeñas. La zona de cocina y servicios se comunicaba directamente con el segundo piso por una escalera secundaria para el acceso del personal que asistía la familia.
Las firmas de arquitectos y las compañías constructoras que trabajaban en ese periodo tenían modelos del tipo de “casa inglesa” en boga y con variaciones o matices los adaptaban de acuerdo con el cliente. Tomaban como referencia no solo la arquitectura que, tal vez, habían podido visitar cuando viajaban, sino los libros, catálogos y manuales que compraban en el exterior o que se importaban a Colombia[5]. Los avisos de las compañías que construyeron en los barrios que se estaban desarrollando muestran esquemáticamente los modelos de casas que seguían la “moda arquitectónica” de ese momento: las “casas inglesas”.
Estas nuevas viviendas se construyeron con sistemas sólidos y buenos materiales, muchas veces importados, aunque en términos técnicos el planteamiento no varió mucho pues el tipo de edificaciones tampoco lo requería. Las casas se levantaban con cimentación corrida, sobrecimientos de piedra, muros de carga de ladrillo, entrepisos y estructura de cubierta de madera. El uso del ladrillo y la piedra se aprovechó estructuralmente en los muros portantes, pero también para enriquecer formalmente la casa. Aunque en Bogotá se utilizaba el ladrillo, prácticamente se popularizó la idea de usarlo “a la vista” y de potenciarlo en fachada mediante la variedad de aparejos, la calidez del color y la facilidad de mantenimiento.
No todos los barrios ni las casas son iguales aunque se asemejen. Justamente, la manera de ocupar el lote de acuerdo con su tamaño –casas aisladas, semiaisladas, pareadas o continuas–, los vecinos y las condiciones del lugar, así como los matices del lenguaje arquitectónico y la calidad de los materiales y la construcción, diferencian las casas de acuerdo con el barrio donde están. Seguramente, la localización cerca de la montaña en terrenos pendientes obligaba a implementar trazados que se adaptaran y se aprovechaba la inclinación para ganar un nivel en las casas, como sucede en Bellavista, Bosque Calderón Tejada y en parte de La Merced.
Por otra parte, no solo se construyeron “casas inglesas” para la élite, pues si bien es cierto que a este tipo de vivienda no tenía acceso la clase obrera, sí hubo barrios con loteo de dimensiones menores que siguieron los modelos arquitectónicos y adaptaron el repertorio a sus posibilidades económicas. Mezcladas con otros tipos de casas aparecen en Chapinero, Sucre, Santa Teresita, Quesada –después Alfonso López– y Armenia, donde la mayoría de las “casas inglesas” que hay fueron más pequeñas, quizás más sencillas, y se construyeron “casi en serie” con los detalles en mortero de cemento. Esta misma práctica se repitió en varios barrios, incluso en algunas zonas de Teusaquillo, Palermo y Quinta Camacho, que eran sectores exclusivos, pero las casas mantuvieron el nivel del entorno.
Casas en los barrios Teusaquillo y Quinta Camacho. Fotos Alberto Saldarriaga.
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En la inmensa y desbordada Bogotá actual, algunos de estos barrios y muchos rincones con “casas inglesas”, donde la escala del caminante se equilibra con la arquitectura en calles arborizadas que recuerdan lo que significa una ciudad construida para la gente, han sobrevivido a la devoradora especulación inmobiliaria que rige la ciudad, pues su valoración como patrimonio cultural ha ayudado a protegerlos y a buscar alternativas para conservar las casas en función.
Bibliografía
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Camacho Moreno, Juan David. Desarrollo urbano de Chapinero 1900-1930. Trabajo presentado para optar por el título de Historiador. Director: Germán Mejía Pavony. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Ciencias Sociales, Carrera de Historia, 2009. En: https://repository.javeriana.edu.co/bitstream/handle/10554/6458/tesis127.pdf
Chamberlain, Samuel. Tudor homes of England: with some examples from later periods. New York, Architectural Book Publishing, 1929.
Del Castillo Daza, Juan Carlos. Bogotá, el tránsito de la ciudad moderna 1920-1950. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2003.
Fuentes Orduz, Luisa Fernanda. Estrategias de conservación para el barrio Armenia como laboratorio del habitar moderno en Bogotá. Trabajo presentado como requisito parcial para optar por el título de Magíster en Conservación del Patrimonio Cultural Inmueble. Directora: María Claudia Romero Isaza. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Artes, 2012. En: http://www.bdigital.unal.edu.co/12050/1/luisafernandafuentes.2012.pdf
López Uribe, María del Pilar. Salarios, vida cotidiana y condiciones de vida en Bogotá durante la primera mitad del siglo XX. Bogotá, Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, CESO, Ediciones Uniandes, 2011.
Mejía Pavony, Germán y Cuéllar Sánchez, Marcela. Atlas histórico de Bogotá: cartografía 1791-2007. Bogotá, Alcaldía Mayor de Bogotá, Planeta, 2007.
Mejía Pavony, Germán. Los años del cambio. Historia urbana de Bogotá 1820-1910. Bogotá, CEJA, 2000.
Molina Londoño, Luis Fernando y otros. Urbanismo, arquitectura, patrimonio. Ospinas 75 años. Bogotá, Ospinas, Zona, 2008.
Murillo, Javier H. y Sánchez, Andrés. Casas de La Merced. Bogotá, Colegio de Estudios Superiores de Administración, CESA, Editorial CESA, 2015.
Saldarriaga Roa, Alberto. Bogotá siglo XX. Urbanismo, arquitectura y vida urbana. Bogotá, Departamento Administrativo de Planeación Distrital, Alcaldía Mayor de Bogotá, 2000.
Universidad Nacional de Colombia. Arquitectura de la primera modernidad en Bogotá. Bogotá, Fondo de Promoción de la Cultura, 1996.
Villegas, Benjamín y otros. Bogotá vuelo al pasado. Bogotá, Instituto Geográfico Agustín Codazzi, Villegas Editores, 2010.
[1] Es raro que una firma como Casanovas y Mannheim no diseñara el proyecto completo y se prestara, si así se puede decir, al desarrollo de un diseño ajeno. Sin embargo, así se afirma en el libro Casas de La Meced de Javier Murillo y Andrés Sánchez, publicado por el CESA en 2015.
[2] El Polo Club estuvo ubicado arriba de la avenida Caracas en las inmediaciones de Teusaquillo y La Magdalena, antes de trasladarse al norte, a la zona de la calle 85 con carrera 24, en donde hoy queda el barrio Polo Club, que tomó su nombre.
[3] María del Pilar López Uribe explica que se censuraban las costumbres del pueblo porque eran un impedimento para modernizarse y avanzar, pero lo juzgaban desde el punto de vista moral, en cambio de entenderlo con base en factores análisis socioeconómicos.
[4] En 1927 Bogotá tenía 200.000 habitantes y circulaban 1.143 automóviles.
[5] El manual Tudor homes of England de Samuel Chamberlain, editado en Nueva York en 1929, parece que fue muy utilizado.