21 de noviembre del 2024
 
Antioquia militante, s.f. Óleo de Leopoldo Carrasquilla, 1832. Colección Museo de Antioquia. Reg. 1907
Diciembre de 2012
Por :
Arnovy Fajardo Barragán Historiador, candidato a la Maestría en Filosofía, Universidad Nacional de Colombia. Investigador del Centro de Estudios en Historia, Universidad Externado de Colombia.

AMOR CONYUGAL Y PASIÓN POR LA PATRIA

María Martínez de Nisser y la revolución de los supremos en Antioquia (1840-1841)

La participación de las mujeres en los enfrentamientos bélicos que vivió Colombia durante el proceso independentista y las guerras civiles, a lo largo del siglo XIX, fue retratada en ese entonces por varios autores. Se pueden recordar los relatos del diarista José María Caballero sobre la actuación de las mujeres en Santafé el 9 de enero de 1813,al igual que los del abanderado José María Espinosa, acerca de la tenacidad de aquellas que acompañaron a Nariño en la campaña del Sur; también se encuentra el conmovedor episodio narrado por O’Leary durante la acción de 1819, donde registra que la esposa de un soldado dio a luz en el inhóspito páramo de Pisba, para luego seguir en pos de la tropa; finalmente, para no hacer más extensa esta relación, léase la descripción que hizo el general Joaquín Posada Gutiérrez de las “voluntarias” que actuaban en las guerras civiles, la cual fue incluida en el Museo de cuadros de costumbres como parte de la nacionalidad colombiana.

Milicias neogranadinas, s.f. Acuarela de Edward Walhouse Mark.En nuestros días, al superar las tradicionales interpretaciones partidistas sobre las guerras civiles, los historiadores han establecido los marcos de análisis para identificar los móviles que tuvieron las mujeres para participar en las guerras civiles y las formas en que lo hicieron. Así, ya contamos con la caracterización de los aspectos principales de esa actuación1, al igual que el estudio de algunos casos, tales como los de la guerra de las escuelas de 1876 y la guerra de los mil días2. Gracias a ellos se sabe que según la posición social, los lazos de parentesco, los medios económicos y la edad, mujeres pertenecientes a las noblezas locales algunas y de sectores más humildes la mayoría, terminaron acompañando a los hombres en los ejércitos y en las guerrillas, armados por los bandos en contienda, siendo combatientes, espías, enfermeras, cocineras y lavanderas, al estar animadas tanto por los sentimientos que tuvieran hacia los hombres –por lo general sus esposos o amantes, y en menor medida sus padres, hijos o hermanos–, como por sus propias convicciones políticas a favor o en contra de un partido político o el gobierno de turno –por más sencillas que estas pudieran ser-.

Peinetón, ca. 1800. Calado por E. Robledo. Colección Museo de la Independencia-Casa del Florero, Mincultura. Reg. 3199Dentro de todas estas mujeres que no se conformaron con solo esperar el retorno de sus familiares al hogar, sino que compartieron las penalidades de las campañas, los triunfos y las derrotas, la figura de María Martínez de Nisser (1812-1872) se destaca, de manera singular, por varias razones, las cuales serán expuestas dentro de este artículo.

Esta dama, nacida en el seno de una familia notable de Sonsón y casada en 1831 con Pedro Nisser –viajero sueco establecido en Colombia desde la década de 1820–, ha sido reconocida tradicionalmente como una heroína nacional que fue condecorada por el Congreso de la República de 1841, durante la guerra de los supremos (1839-1842), por su actuación al lado de las tropas del gobierno legítimo en Antioquia al mando del sargento mayor Braulio Henao, sobre todo en el combate de Salamina el 5 de mayo de ese mismo año3. Su historia resulta más interesante por haber dejado consignado su testimonio en el Diario de los sucesos de la revolución de la provincia de Antioquia en los años de 1840 y 1841, el cual fue publicado en Bogotá en 1843 con una dedicatoria al Congreso legislativo de ese año, y fue una de las primeras mujeres colombianas en publicar en vida una obra de su puño y letra,sin verse en la necesidad de recurrir a un seudónimo4.

Sin embargo, hay que señalar que existen algunos testimonios acerca de la participación de otras mujeres en esta guerra civil en particular. José Manuel Restrepo recordaba la manera como las mujeres de Bogotá ayudaron a cavar fosos y trincheras para la defensa de la capital, cuando los supremos de Tunja y del Socorro amenazaron tomarla a finales de 1840. La misma Martínez de Nisser en su Diario señaló que en la campaña de Antioquia estuvo acompañada de otras señoras, dentro de las cuales figuraron Raimunda Marulanda y Ramona Álvarez, que ofrecieron sus hogares para el alojamiento de las tropas de Henao; además, luego de la acción de Salamina, varias mujeres se la pasaron recogiendo los fusiles y cartucheras que habían quedado como despojos5; finalmente, las señoras de Medellín organizaron el recibimiento a los Juego de vasos con estuche que perteneció al oidor Hernández de Alba y Alonso. Real fábrica de Aranjuez, ca. 1790. Colección Museo de la Independencia- Casa del Florero, Mincultura. Reg. 3378vencedores, como acto “del reconocimiento i del cariño de sus amigas, i de sus queridas”6.

Por medio de la lectura del Diario, podemos ver que doña María actuó de diferentes formas durante el alzamiento de Salvador Córdova y José María Vezga en Antioquia, según se fueron desarrollando los acontecimientos. Al mismo tiempo, se transformó la visión que ella tenía de sí misma y del servicio que podía hacerle a la república. Cuando a mediados de octubre de 1840 llegaron a Sonsón las primeras noticias acerca de la ocupación de la guarnición de Medellín por parte de Córdova, la postura política de doña María fue a favor del gobierno, limitándose en esos primeros momentos a registrar en su Diario los sucesos que conocía, emitiendo algunos juicios que dejan ver la ilustración que poseía y sus convicciones políticas.

Sin embargo, se consideraba a sí misma como “débil mujer” y, por lo mismo, se conformaba con saber que su esposo y todos los miembros de su familia se mostraron a favor del gobierno, señalando que en el caso de don Pedro esta postura le parecía la más natural: “basta que sea europeo”7, fue lo que afirmó.

A medida que la rebelión adquirió fuerza en Antioquia y era poco probable recibir el apoyo de tropas del gobierno, su postura adquirió un carácter más militante. Empezó a colaborar con la recepción y envío de información que pudiera ser útil a los partidarios del orden, al mismo tiempo que ayudaba a quienes empezaron a unirse a la pequeña fuerza de Braulio Henao, facilitándoles medios para trasladarse u ocultarse; también hizo lo posible para evitar que su esposo fuera expulsado de la provincia por su oposición a los rebeldes8.

Hacia abril de 1840, luego de varios ires y venires en los cuales las noticias sobre la guerra eran confusas y la ac tividad contra los facciosos fue mayor, llegó el momento decisivo para doña María. Cuando se enteró del arresto de su esposo en Rionegro, decidió poner en práctica el plan que ya tenía formado de unirse a las fuerzas de Henao. Sin embargo, llama la atención esta aclaración: “no me muevo porque ellos hayan ultrajado sin motivo alguno a mi esposo (…) pues mis sentimientos no dimanan de personalidades; sino solo porque aspiro a la restitución del orden público, a que imperen la constitución y las leyes, i no la arbitrariedad ni los caprichos de los hombres”; de igual manera afirmó: “mi ternura me aconseja que vaya a Rionegro a acompañarlo en su prisión (…) mas el bien público en general me dice que no; porque allí ¿de qué utilidad puedo ser para mi patria o para mi esposo?”9.
 

Como muestra de la fuerza de su determinación, doña María cortó su femenina cabellera y se cambió de ropa, y usó durante toda la campaña un traje militar. Luego se armó de una lanza y, acompañada de dos de sus hermanos, se presentó ante Henao; este al principio la aceptó a regañadientes, aunque luego la trató con mucha consideración al ver en ella un ejemplo de valor que servía de estímulo a su pequeña y poco experimentada tropa, formada en su mayor parte de voluntarios. La campaña de Antioquia tuvo sus episodios más importantes entre marzo y mayo de 1841. Precisamente, el 5 de mayo se presentó la decisiva acción de Salamina, donde los 400 rebeldes al mando de Vezga fueron derrotados por los hombres de Henao, que sumaban cerca de 259. En los partes que Clemente Jaramillo y Henao elaboraron sobre ella, se menciona elogiosamente la presencia de Martínez de Nisser a lo largo de la campaña y en el campo de batalla, donde armada con su lanza alentó a los combatientes10, a pesar de desobedecer las órdenes que tenía de no estar en la línea de fuego.

Luego de esta victoria, los partidarios del gobierno marcharon hacia Medellín para completar la pacificación de la provincia. El 9 de mayo doña María regresaba a Sonsón, lugar donde se había unido a las fuerzas de Henao, y dos  días después, en Abejorral, tuvo su más grande satisfacción y alegría personal: “mi pensado esposo corrió a mis brazos, i con demostraciones de un afecto el más tierno, me llenó de parabienes i coronó los goces que el amor a mi patria i a él, me habían hecho experimentar”11. Marido y mujer hicieron juntos el camino hasta Medellín.

El 14 de mayo fue la entrada triunfal de las tropas de Henao a la capital antioqueña. Dentro de los festejos organizados ese día se le hizo un sentido homenaje a Martínez de Nisser, el cual fue recogido por la prensa: “en medio de los bravos Enao i Jaramillo, con el traje de un guerrero se avanza una mujer de no pocos atractivos, que ha contribuido en sumo grado al buen suceso de nuestras armas: es una mujer de talento i de instrucción, que se ha espuesto a los azares de una campaña desventajosa para salvar a su patria (…) La atención se fijó en aquel momento en esta heroica mujer, fue la admiración de los espectadores i ella gozó de los honores del triunfo, como gozará también de inmortal nombradía”12. El 22 del mismo mes regresó al seno de su hogar, en su natal Sonsón.

Después, por Decreto del 31 de mayo de 1841, el Congreso legislativo de la Nueva Granada promulgó un decreto de honores a los vencedores en Salamina. El artículo 4 se refiere especialmente a doña María, quien fue condecorada con la medalla que les asignaron a los oficiales vencedores, “por su heroico y singular comportamiento”. De esta manera, fue consagrada su imagen de heroína nacional y esposa abnegada, a pesar de algunas voces que la cuestionaron, por considerar que esta actitud no correspondía con su condición de mujer, y que el reconocimiento que el gobierno hizo de ella fue exagerado13. Esta excepcionalidad radicó solo en el reconocimiento que el gobierno le hizo, no en su actuar que, como se ha mencionado, fue más corriente de lo que se llegó a suponer.

Hay que detenerse, así sea brevemente, en el lenguaje político utilizado por doña María en su Diario, más allá de la relación de las noticias adquiridas y los actos realizados por ella y sus compañeros. Puede verse el uso de un lenguaje republicano y patriótico que tiene como una de sus máximas expresiones a la figura del ciudadano en armas. Gracias a él, ella expresó su amor a la patria por medio de argumentos racionales y de la creación de figuras retóricas. Como muestra de lo primero, véase el análisis de las causas de la sublevación en Antioquia, donde concluyó que esta no tenía razón de ser, pues no obedecía a ninguna de estas situaciones propuestas por ella: “o que el pueblo tenga cierto cultivo jeneral, o que las faltas del gobierno contra la nación sean tan palpables i tan directas, i contra el bien estar de sus habitantes, que ellos enfurecidos se levanten en masa, para defender sus derechos, principalmente cuando son usurpados los bienes individuales, la tranquilidad i  seguridad pública. En tales casos, ¿quién no abraza el partido del bien público,
siendo tan natural su impulso?”14.

Por otra parte, el sueño que doña María dijo tener en vísperas de la acción de Salamina y que fue descrito detalladamente en su Diario, es la figura retórica que le permitió ubicar esa batalla en un lugar digno dentro de la historia, no solo de la República, sino universal; fue por eso que no consideró casualidad que esta se realizara exactamente 20 años después del fallecimiento del “jenio de las victorias, el mártir de Santa Helena” –Napoleón–, a más de asegurar de antemano que ya se encontraba bendecida por Bolívar junto con las batallas de Tescua y Buenavista. Por eso, dentro del sueño, Martínez de Nisser enmarcó la actuación de los antioqueños bajo el amparo del genio tutelar de la República, equiparando a Braulio Henao –salvador de Antioquia– con Juan José Neira –salvador de la república en Buenavista–15.

Luego de su reencuentro con don Pedro y el final de la guerra, doña María buscó reconstruir su vida familiar, en medio de algunas actividades políticas alejadas del campo de batalla, pero cercanas tanto a los acontecimientos locales como a los nacionales. Ejemplo de ello es su participación en 1864, junto con otras señoras, en la firma de una exposición en Abejorral a favor de “la religión y la patria” –identificada con la causa conservadora frente al gobierno radical creado luego de la promulgación de la Constitución de 1863–, dentro de la guerra intestina que llevó a la presidencia del Estado Soberano de Antioquia a Pedro Justo Berrío16. Su historia de amor y abnegación hacia su esposo y su patria terminó con su fallecimiento ocurrido en 1872, habiendo recibido los homenajes de una república agradecida, pero estando alejada del hombre por quien una vez llegó a exponerse hasta al último sacrificio17.

Referencias

  1. Una síntesis general de la participación de las mujeres en las guerras civiles lo trae Martínez Carreño, Aída. “Mujeres en pie de guerra”, en Sánchez Gómez, Gonzalo y Aguilera Peña, Mario (eds.). Memoria de un país en guerra. Los mil días: 1899-1902, Bogotá, Planeta, IEPRI, UNIJUS, 2001, pp. 195-210.
  2.  Jaramillo, Carlos Eduardo. Los guerrilleros del novecientos, Bogotá, CEREC, 1991.
  3. Una de las biografías más completas acerca de María Martínez de Nisser se encuentra en Tisnés Jiménez, Roberto M. María Martínez de Nisser y la revolución de los supremos, Bogotá, Biblioteca Banco Popular, 1983.
  4. Aristizábal Montes, Patricia. Autobiografías de mujeres, Manizales, Editorial Universidad de Caldas, 2004, pp. 36-37.
  5. Martínez de Nisser, María. Diario de los sucesos de la revolución en la provincia de Antioquia en los años de 1840 i 41, Bogotá, Impreso por Benito Gaitán, 1843, pp. 59, 61 y 71.
  6. Antioquia Libre, No. 2, Medellín, 26 de junio de 1841.
  7. Martínez de Nisser, María. Op. cit., p. 9.
  8. Según el testimonio de doña María, en marzo de 1841 Pedro Nisser elaboró un plano topográfico de la Provincia de Antioquia para que le sirviera al gobierno central para la liberación de Antioquia. Ella asegura que el general Pedro Alcántara Herrán recibió la información y que hizo llegar sus expresiones de consideración a don Pedro.
  9. Martínez de Nisser, María. Op. cit., pp. 39 y 43.
  10. Estos apartes fueron transcritos íntegramente en Tisnés Jiménez, Roberto M. Op. cit., pp. 257-267.
  11. Martínez de Nisser, María. Op. cit., p. 78.
  12. Antioquia Libre, No. 2, Medellín, 26 de junio de 1841.
  13. Tisnés Jiménez, Roberto M. Op. cit., pp. 178-180.
  14. Martínez de Nisser, María. Op. cit., p. 12.
  15. Ibíd., p. 65.
  16. Tisnés Jiménez, Roberto M. Op. cit., pp. 195-203.
  17. Según los biógrafos, Pedro Nisser se hallaba en el extranjero cuando falleció su esposa. Él la seguiría al sepulcro en Jamaica, seis años después.